¡Fooo, Fox!

Como si necesitáramos más problemas y consejos de fracasados, el ex presidente de México Vicente Fox ha venido a República Dominicana a hacer un berrinche que al menos debería provocar el repudio general, si no quisieran barajarlo para una declaratoria de persona non grata.

Viene de un país carcomido por la violencia del narco y demás mafias que su ineptitud contribuyó a aumentar durante su mismísima gestión (anterior a la de su apadrinado Felipe Calderón), a darnos cátedras sobre el método idóneo para resolver el problema y, de paso, en actitud ruin y oportunista, a acusar al presidente venezolano Hugo Chávez de estar vinculado al narco.

Y lo hace en nombre de la permisividad de la inmaculada democracia nuestra, donde la calumnia y la difamación son alimentos cotidianos y los corillos suenan más duro que en otras tierras donde impere el respeto.

Moral no tiene él para airear en país ajeno tan baja y vaga aseveración.

Chávez y Venezuela han mostrado a nuestro país sobradas muestras de solidaridad con el Acuerdo de Petrocaribe, amortiguándonos con ello el peso del sombrío panorama de la crisis económica global y local de estos tiempos. Desprendimiento que nunca mostraron el mexicano y su gobierno, pese a la vigencia del zarandeado Acuerdo de San José.

Ese apoyo, nadie, aquí, debería negarlo ni olvidarlo. Menos permitir que un agüizote extranjero, al parecer sin oficio, lo marchite con su tufillo de odio.

El país más poderoso, Estados Unidos, referente que muchos políticos halan de los cabellos cuando les conviene, puede darle cátedras al político Fox y a los que como él desandan por el mundo huyéndole a la soledad y tratando de llorar como bebés por aquello que ni siquiera intentaron hacer como adultos cuando el poder estuvo en sus manos.

Desde el Presidente Obama y Hillary Clinton hasta el resto de los funcionarios del Departamento de Estado y cualquier opinante estadounidense con una dosis de racionalidad, expresan siempre que con Chávez y Venezuela tienen dificultades políticas pero que mantienen buenas relaciones comerciales. Hace mucho que en esa nación del norte es una constante en los discursos del poder: “Estados Unidos no tiene ni amigos ni enemigos, sino intereses”.

Fox acaba de echarle un pelo al buen sancocho económico que en este momento cuecen República Dominicana y Venezuela. Imperdonable, inaceptable, abusivo…

He planteado en otras ocasiones que aquí urge repensar el problema social designado narcotráfico debido a la alta complejidad de sus aristas. Me atrevo hasta sugerir, como él, la despenalización como salida para quitarle atractivo económico al negocio. Creo incluso que los psiquiatras deberían recibir autorización oficial para prescribir y suministrar dosis controladas de cocaína y demás drogas a quienes las demanden, como lo hacen con fármacos para los desórdenes de la personalidad.

Pero no es Fox el personaje indicado para protagonizar nuestro drama. Porque muchas tareas por cumplir debe de tener en su gran país, fronterizo con Estados Unidos.

No creo que hubieran cometido tal desaguisado en México los nuestros: Leonel Fernández, Hipólito Mejía, Jorge Blanco,  Guzmán, Balaguer, Bosch, Caamaño, Peña Gómez… Y si hubiesen intentado siquiera, México entero (112 millones hombres y mujeres) habría emitido un resonante ¡buuuuu…! ¡Fuera, fuera, fuera!

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