Si de algo se han convencido los varguistas es de la irreversibilidad de su derrota frente a los hipolitistas, de la existencia del PRD más allá de las diatribas de ahora y de la necesidad inmediata que tienen de una negociación conforme el 46 por ciento que han obtenido en la convención del domingo 6 de marzo.
Es la razón única de su aleteo arrítmico que reverbera en los medios de comunicación nacionales, presentado con un ropaje ético de búsqueda transparente de los gazapos que, para ellos, impidieron su victoria.
Sólo que han olvidado lo erosionante que es la mala administración del discurso político mediático para cualquier proyecto partidario con pretensiones de ganar las presidenciales de 2012, amén del candidato que lleve. Porque muy mal lo ha hecho en tanto han pasado por alto que hay veces cuando callándose la boca se gana mucho. Y este es, tal vez, un momento para repliegue y silencio tácticos en aras de la unidad real como condición imprescindible para salir airosos.
Con su recurrente denuncia de fraude en las primarias, la alta dirigencia de esa organización, quizás sin proponérselo, le inculca al universo de 5.8 millones de votantes inscritos en la Junta Central Electoral que ella incapacitada para gobernar a un país tenaceado por la crisis económica, el desempleo, los problemas de salud, educación electricidad, corrupción, delincuencia, narcotráfico… El sufragante no fanático, que es mayoría, podría inferir que, si llegaran al Gobierno, sus actividades también serían fraudulentas.
Peor aún: huele a absurdo repetir hasta el hartazgo que 200 mil peledeístas fueron llevados por el Gobierno a votar por Hipólito Mejía porque sería más vulnerable en la campaña electoral frente al Partido de la Liberación Dominicana. Un aserto aventurero que solo podría alejarles más las posibilidades de llegar a Palacio a partir del 16 de agosto de 2012.
Sería discutible que Mejía sea presa más fácil que Vargas, para los fines del PLD, aunque lo sostengan por conveniencia varguistas y algunos estrategas oficialistas. Primer error.
Y segundo, el sonado número mágico de 200 mil infiltrados, cierto o no, fue tratado con ligereza mediática extrema, mandando una señal de rechazo a simpatizantes de otros partidos y apartidistas que suelen acercarse al echarse las palomas de acuerdo a como vayan los vientos. Mejor provecho debieron sacarle.
La señal de autosuficiencia o de simple inadvertencia podría, sin embargo, marcar la diferencia entre ganar y perder el próximo año.
Simple aritmética: descontados y alejados esos 200 mil peledeístas que habrían sufragado, quedarían más o menos 900 mil, si se asumen que 1 millón 100 mil votó el 6 de marzo en la convención, como aducen los perdedores (Esquea, presidente la Comisión Organizadora de la Convención, sostiene que votaron 983,00). 900 mil es más que el techo de votos duros que el partido blanco ha sostenido durante décadas. En las elecciones presidenciales de 2008, ganó Leonel Fernández, con 2 millones 199 mil votos (54%); perdió Miguel Vargas, con 1 millón 654 mil (40%), lo cual significó una diferencia de 1 millón 545 votos. Sufragó el 70 por ciento de los 5.8 millones registrados en el padrón.
Es decir, no se gana solo, como piensan algunos genios del partido blanco, pese a que la coyuntura favorece al PRD y el candidato ganador de la convención, Hipólito Mejía, ha llegado con su carisma y sus chistes sobre una gran ola, santificado por el olvido y con sello de garantía otorgado por la arrogancia de muchos funcionarios peledeístas. Fernández le ganó a Vargas porque logró articular bien su PLD, incluido un discurso único que generó confianza, y, sin envanecimiento ni humillaciones, atrajo a la mayoría de los partidos chiquitos y otros sectores externos que no gustan de la militancia.
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