Aplaudo el proyecto del presidente Abinader para crear una Dirección Nacional de Inteligencia que sustituya al viejo Departamento Nacional de Investigaciones (DNI) y establecer un marco regulatorio para asuntos de seguridad. El antiguo espionaje hoy es “inteligencia”, la función de recolectar información y proporcionar análisis para mejorar las decisiones para prevenir o neutralizar amenazas y defender al Estado.
Empero, hay incómodas aristas filosas. La motivación invocada, eliminar torturas y violaciones de derechos, evoca más al trujillista SIM o la Policía que al DNI, culpable de espionaje ilegal, pero menos de lo otro. No conviene eliminar las unidades de inteligencia militar, que trabajan conforme a las necesidades operacionales de la defensa nacional. El combate contra la delincuencia y control del narcotráfico; las labores del J2 del Ministerio de Defensa y de cada G2; las tareas de seguridad del Estado y el espionaje político, son tres actividades conexas, pero distintas.
Más que nada, el gobierno debe reivindicar su monopolio del espionaje y sacar del ámbito de la seguridad a pinchadores ilegales, extorsionistas y otros malandros conocidos.
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