La oposición hace mal caracterizando como “bocinas” a productores o comunicadores favorecidos con publicidad oficial. Ofenden a muchísimos opinantes y periodistas, igual a como el PRM y sus “independientes” insultaron a los recipientes de publicidad del gobierno anterior; muchos son los mismos de ahora. Endilgarles que “cobran” socava su integridad cuando hay pago legítimo.
Sin publicidad, suscripciones o subsidios, es imposible mantener programas de televisión y radio, medios digitales o prensa. Lo cuestionable es el gasto irracional y violatorio de la ley. Desde los viejos tiempos de Balaguer, cuando pocas agencias se disputaban un pequeño pastel, hasta hoy en día con poderosísimas colocadoras y mayoristas de medios, el negocio publicitario ha evolucionado muchísimo. Quien no merezca contratos de anunciantes privados quizás tampoco debería recibirlos del gobierno.
Para orientar o influir la opinión pública no es igual popularidad que credibilidad. Quizás debería prohibirse que el gobierno “invierta” en publicidad excepto para sus empresas comerciales. Cuando muchos ciudadanos creen que toda opinión se vende, ¿para qué diablos sirve la prensa? Rescatemos el prigilio.