Radiografía social 

Las odiosas diversas corrupciones que gotean como pus indeseable del entresijo de ciertos diarios, porque anunciantes, lectores y dueños lo toleran, revelan más qué y cómo somos, que cualquier encuesta o estudio sociológico. Debemos estimular muchas escasas virtudes cívicas. 

Los periodistas somos muy culpables de que locuras y disparates pasen como temas respetables.

Meses atrás leí un titular, “directores prometen parar vulgaridad en las emisoras”. Creí se refería al abuso de troles mediáticos que vocean insultos impublicables, corrompiendo la radio. Pero no; demasiada belleza… Trataba sobre la “lírica” de cierta música. Era el clímax de una campaña “para promover la calidad del género urbano”. Como gran logro, informaba la “suscripción de un pacto” para “mejorar las letras” de esa expresión popular. Sonreí tristemente. Recordé cómo Herrera, Ornes y Robles Toledano pocas veces empleaban la sorna o ironía para ridiculizar sublimes ramplonerías. ¡Qué falta hacen!

Promover banalidades trae graves consecuencias sociales. Abolla la sindéresis. Cuando los diarios habitualmente importantizan opiniones de políticos con décadas sin votos, de supina inconsecuencia, corrompen el debate. Las odiosas diversas corrupciones que gotean como pus indeseable del entresijo de ciertos diarios, porque anunciantes, lectores y dueños lo toleran, revelan más qué y cómo somos, que cualquier encuesta o estudio sociológico. Debemos estimular muchas escasas virtudes cívicas.