Sapo hirviendo... 

El riesgo de complacer en todo a los primeros es que socavan las ideas y acciones de los segundos.

Ninguna de las más graves crisis económicas que hemos padecido en el último medio siglo ocurrió de repente como los terremotos.

La poblada de 1984 resultó de tomar impolíticamente medidas necesarias, mal aconsejado aquel pésimo gobierno por la soberbia genética y prolijamente presente en esta administración. La catastrófica inflación de 1989, por las obras públicas de Balaguer, al menos obligó a importantes reformas por el diálogo tripartito. La quiebra de los bancos en 2002 fue un derrumbe en cámara lenta y demostró la enorme resiliencia criolla. En las últimas dos décadas la economía se ha diversificado tanto que ningún renglón por sí sólo pesa tanto como para retrotraernos a esos tres puntos de inflexión: 1984, 1989 y 2002.

Eso es hoy. Pero si damos rienda suelta a la creatividad indomable de algunos políticos que vienen probando que hay dos alas del gobierno, una farandúlica y otra pensante, habrá que apretarse el cinturón. El riesgo de complacer en todo a los primeros es que socavan las ideas y acciones de los segundos.