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50 años de pensamiento anticolonial

La obra de Bosch constituyó un parteaguas en el estudio del Caribe, así como en la autopercepción de los pueblos y de las figuras intelectuales sobre nuestro papel histórico como frontera de imperios (España, Francia, Holanda, Estados Unidos, Reino Unido). A partir de ahí se convirtió en un clásico de lectura obligatoria.

Matías Bosch
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“De Cristóbal Colón a Fidel Castro” fue el título con que los prominentes intelectuales caribeños, Juan Bosch y Eric Williams, bautizaron sus respectivas historias del Caribe. Ambas obras fueron terminadas en 1969 y su primera edición data de 1970, hace exactamente 50 años. En su origen la obra de Bosch estaba concebida para titularse “El Caribe, frontera imperial”, pero este terminó siendo el subtítulo de la obra y ambas aparecieron al mismo tiempo y tituladas de manera casi igual.

Hay que resaltar que estas dos obras prácticamente coinciden con la constitución, desde 1969, de la Filosofía de la Liberación; la obra “Sociología de la Explotación”, de Pablo González Casanova en el mismo año; y con el ensayo “Calibán”, de Roberto Fernández Retamar, y “Las Venas abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano, ambos publicados en 1971.

Juan Bosch y Eric Williams compartieron además la vocación política. Bosch fue el primer presidente electo en democracia después de la tiranía trujillista. En septiembre de 1963 fue derrocado con un golpe de Estado que dio lugar a la Revolución y a la invasión norteamericana de 1965. Posteriormente, se mantuvo activo en la lucha por un gobierno de transformaciones democráticas, populares y emancipadoras para su país y América Latina.

Eric Williams fue Primer Ministro de Trinidad y Tobago entre 1962 y 1981, el primero en ocupar ese cargo tras la declaración de independencia del país. Antes, Williams había fundado el Movimiento Nacional del Pueblo (MNP) que impulsó de manera definitiva el reclamo independentista. En 1944 había publicado el importante trabajo “Capitalismo y Esclavitud”, obra fundamental para entender la historia de explotación colonial que el Caribe sufrió y sobre la cual se construyó la “prosperidad” del capitalismo europeo.

Ambos autores comienzan su relato tomando como punto de partida la figura de Cristóbal Colón y el “descubrimiento”, acción de conquista que inicia la tragedia de los pueblos originarios del Caribe, llegando al exterminio de poblaciones y grupos étnicos y a la subordinación de otros pueblos considerados inferiores que, con el tiempo, vendrían a constituir lo que somos. En ese orden, se muestra a la Revolución cubana y la primera derrota del imperialismo en América, propinada en la batalla de Playa Girón (abril de 1961) el punto de inflexión de la nueva historia caribeña.

La obra de Bosch constituyó un parteaguas en el estudio del Caribe, así como en la autopercepción de los pueblos y de las figuras intelectuales sobre nuestro papel histórico como frontera de imperios (España, Francia, Holanda, Estados Unidos, Reino Unido). A partir de ahí se convirtió en un clásico de lectura obligatoria.

El libro, redactado en su autoexilio de 1966 a 1970, fue escrito de manera apasionada y sin pausas, con Juan Bosch en una habitación escribiendo de un tirón una página tras otra y, en otro cuarto, su compañera de vida, doña Carmen, pasando el texto en limpio. Ella recuerda el ritmo de la maquinilla como una música imparable.

Elaborado junto a “El Pentagonismo, sustituto del imperialismo”, “Dictadura con respaldo popular” y “Composición social dominicana”, estas obras fueron la base de la nueva comprensión de Bosch sobre la realidad dominicana, caribeña y mundial, a raíz del golpe de Estado, la invasión de 1965 y la imposición de la dictadura balaguerista. Esta revolución teórica sería la base de la revolución en su propuesta política antioligárquica y de liberación nacional, pensada primero para el PRD y las fuerzas antibalagueristas, y luego para el PLD. Por su parte, la obra de Williams ofrece un estudio histórico de las islas caribeñas anglófonas desde la economía de plantación, las relaciones entre esclavitud y abolición, los movimientos anticoloniales y los centros coloniales hegemónicos.

Veinte años después del poema “Hay un país en el mundo”, de Pedro Mir, que retrata la República Dominicana apropiada por los ingenios y convertida en tumba, en los textos de Bosch y Williams los caribeños y caribeñas nos descubrimos hijos e hijas de Calibán, y en el idioma que nos estaba inculcando el Próspero imperial comenzamos a descifrar los orígenes de nuestra colonización mental y confrontarla. Pudimos entender los orígenes desde cuando fuimos “descubiertos” y denominados “indios”, hasta nuestro exterminio como población indígena.  Desde la importación de negros esclavos como bestias de carga para el cultivo y los ingenios, hasta el embarque de las negras para asegurar la procreación de esas “bestias”.  Un panteón de horrores incapaz de dejar indiferente al lector o lectora sobre la sangre que corre en nuestras venas, y por tanto la existencial tensión de ser herederos y herederas de esa barbarie.

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