Redacción internacional.- En 1964, hace 60 años, se estrenó en cines Mary Poppins. El largometraje final de 2 horas y 20 minutos de duración, resultó el mayor logro en vida de Walt Disney. No solo se convirtió en la película más taquillera del año, sino que obtuvo el elogio de la crítica al ser nominada a 12 premios Oscar, incluida la de Mejor película.
Al final, logró alzar cinco estatuillas por Mejor montaje, Mejor banda sonora original , Mejores efectos visuales, Mejor canción original y Mejor actriz para una entonces poco conocida Julie Andrews.
La idea surgió un día de Nochebuena, a las afueras de Hollywood, cuando Walt Disney oyó reír a su hija Diane. Cuando le preguntó a la niña de 11 años qué estaba leyendo, ella le acercó su libro favorito: la primera novela de la serie Mary Poppins.
En aquel momento, la pequeña le hizo prometer a su padre que llevaría la historia de la mágica niñera británica a la gran pantalla. Y desde entonces, Disney dedicó 20 años de su vida en intentar convencer a la escritora original, Pamela Lyndon (P. L.) Travers, de cederle los derechos para hacer de la película una realidad.
Para cuando logró iniciar la producción era 1961, y el proyecto se tornó arriesgado. El film estaba planificado para ser un musical familiar en una época donde el género estaba en declive. Los hermanos Sherman, que trabajaron en El libro de la selva y Winnie The Pooh, se tardaron dos años solo en escribir las 17 canciones que conforman la banda sonora.
Una proeza aparte fue la labor de los efectos especiales. Entonces no existía el croma (pantalla verde) y mucho menos el CGI, por lo que para mezclar realidad y fantasía, se usó de fondo grandes pinturas en las que se recrearon el paisaje londinense. Además, se usaron técnicas como invertir el desplazamiento de los objetos para los trucos mágicos, pájaros animatrónicos e incluso superposición para incluir a los actores en la animación tradicional.
Ambientada en 1910, la trama sigue a la familia de clase media, los Banks. El padre es un banquero estricto y obsesionado con su trabajo, quien está a punto de perder su empleo y su casa debido a una mala inversión. Mientras tanto, la Sra. Banks es una sufragista y madre amorosa, pero abrumada por las tareas del hogar y el cuidado de sus dos hijos, Jane y Michael.
En medio de esta crisis, llega —literalmente— del cielo, Mary Poppins, una niñera mágica con un bolso sin fondo y una alegre actitud que transforma sus vidas, llevándolos a vivir aventuras extraordinarias a través de canciones pegadizas y números musicales memorables, como su recordado “Supercalifragilísticoespialidoso”.
Poppins es interpretada por la querida actriz británica Julie Andrews, a quien en 1962, Disney fue a buscar presencialmente en su camerino de Broadway para hacer realidad su debut en el séptimo arte. Aunque inicialmente se negó por que se encontraba embarazada de su primera hija, Emma, el productor le aseguró que la “esperarían” hasta que estuviera lista.
La actriz de teatro había culminado recientemente una exitosa y larga temporada de la obra Mi bella dama (My Fair Lady), que logró ser adaptada al cine manteniendo al elenco principal original, aunque ella había sido reemplazada por la carismática y ya famosa, Audrey Hepburn. “Me sentí triste por no tener nunca la oportunidad de llevar mi versión de Eliza al cine”, mencionó a Vanity Fair.
Pero reconoció que “fue afortunada” de haber sido rechazada, ya que le permitió estar disponible para el rol que la llevaría a ganar un Oscar por su actuación. “No podría haber pedido una mejor introducción al cine, ya que me enseñó mucho en muy poco tiempo. Los desafíos de los efectos especiales y la animación por sí solos fueron una curva de aprendizaje empinada, como nunca volveré a experimentar. No tenía idea de cómo sería recibida la película, pero sí sabía que el trabajo duro no había impedido que disfrutara del proceso”, agregó sobre su rol en Mary Poppins.
Pero, ¿por qué Walt Disney, siendo Walt Disney, demoró 20 años en sacar su adaptación adelante? En la década de los 60, el animador ya había llevado a la pantalla, con gran acogida, obras literarias como Blancanieves, Alicia en el país de las maravillas o Peter Pan. Libros cuyos autores ya se encontraban bajo tierra y no podían exigirle que respetaran su visión original.
No fue el caso de P.L. Travers. La escritora temía que sus personajes “oscuros y escalofriantes” se perdieran entre los números musicales, el sentimentalismo y los pingüinos danzantes. Pero cuando los ocho libros de su saga literaria dejaron de ser rentables, los apuros económicos la arrinconaron a aceptar la oferta. Eso sí, con varias condiciones: ella debía ser consultora oficial de la producción, el guion, el casting y hasta los detalles artísticos.
En abril de 1961, Travers viajó a Walt Disney Studios por invitación del mismo Walt para colaborar en la redacción del proyecto. Su estancia apenas duró dos semanas, ya que quedó abrumada de que su libro fuese “tomado como una salchicha, tiraran el contenido, se quedaran con la piel y la rellenaran con sus propias ideas, muy alejadas de la sustancia original”, tal como escribió en una carta a su colega, Brian Sibley.
De acuerdo a las cláusulas de su contrato, la última palabra la tenía Walt Disney, por lo que las numerosas críticas que cargaba consigo no lograron aterrizar en el guion. Pero aunque se intente pintar a Travers como una autora “controladora”, lo cierto es que en su versión hay referencias profundas a la Biblia, deidades griegas, parábolas sufíes, y paralelismos con las obras de William Blake, el budismo zen y las creencias sobre la diosa hindú Kali.
En cambio, la esencia de Disney es más mundana, y por tanto, simplificada, así que las tensiones no hicieron más que incrementar. El propio director, intentó evitar que el nombre de la escritora apareciera prominente en la promoción del film.
La biografía de Valerie Lawson, Mary Poppins, She Wrote, detalla además que Disney intentó negarle a Travers una invitación al evento de estreno, pero ella frustró sus planes al enviar un telegrama anunciando su asistencia. Aún así, el personal la habría apartado de la gala y la prensa que cubrió el evento se preguntó: “¿Quién es P. L. Travers, esta inglesa desconocida?”.
Pese a los inconvenientes logró ver el largometraje, y al culminar la proyección, salió de la sala “llorando”, y no precisamente de alegría. “No quería parecer desagradecida, pero] todo estaba tan distorsionado que sentí que nunca volvería a escribir”, le dijo al escritor Jerry Griswold.
El escándalo quedó como una mancha para la compañía hasta que en 2013 estrenaron la película El sueño de Walt (Saving Mr. Banks), la cual presenta una versión de los hechos más acorde con la narrativa corporativa.
En la trama, el siempre soñador y heroico Tom Hanks da vida a un atormentado Disney, que debe lidiar con una autora exigente, encarnada por Emma Thompson. En esta historia, Travers es caricaturizada como una misántropa gruñona que atormentada por los conflictos de su infancia, repele las ideas para la adaptación de su libro, Mary Poppins, con una actitud autoritaria.
Descrita como “el enemigo del sentimiento y fantasía”, la protagonista finalmente cede a los encantos del musical ante los sentimientos de nostalgia y redención que siente luego de ver la primera proyección de la película. Como se sabe, ese hecho distó mucho de la realidad, ya que Travers defendería su posición hasta su muerte en 1996.
Pero por mucho que la autora haya renegado de la “máquina capitalista”, como describía al estudio de animación, Mary Poppins recaudó un total de USD 103 millones de dólares (cerca de USD 1 mil millones de dólares a día de hoy). El dinero posibilitó la construcción de Disney World, incluido Magic Kingdom —una versión más grande de Disneyland—. El empresario logró ver su sueño concluido antes de que falleciera en 1966, a causa de un cáncer de pulmón.