El embarazo en la niñez es una barbaridad. Una barbaridad convertida en cotidianidad. Una niña embaraza no nos alarma. La pobreza no es noticia, es la realidad de la mayoría.
Nuestras políticas van camino a un circulo insostenible: mientras pocos tienen mucho y cada vez más, muchos tienen poco y cada vez menos.
Las mujeres representan la población con menos recursos y menos oportunidades. Dentro de la pobreza, las mujeres son las más pobres a pesar de sus esfuerzos: las aulas están llenas de mujeres, pero no los puestos de trabajo, las mujeres asumen solas la manutención de los hijos en el 40 por ciento de los hogares.
El embarazo a temprana edad sumerge las mujeres en la pobreza. Me remito a los datos. En unos reportajes del Listín Diario, Doris Pantaleón describe la enagua que le sale al Ministerio de Salud, un incremento de embarazos en niñas en edades entre los 10 y 15 años.
En la Maternidad Nuestra Señora de La Altagracia, el hospital Materno Infantil San Lorenzo de Los Mina, y el hospital Luis Eduardo Aybar el año pasado asistieron a 663 niñas entre 10 y 15 años, niñas trayendo otro niño al mundo, asumiendo responsabilidades de adultas y sin nada que ofrecer a un nuevo ser humano.
En nuestras maternidades de cada diez embarazadas cuatro son menores de edad. No olvidemos que el embarazo en niñas o adolescente aumenta las probabilidades de morir por causas relacionadas al embarazo en un 30 por ciento.
Con nuestra inercia les hemos robado los sueños a estas 663 niñas, el sueño de jugar, de estudiar, de ir a la universidad, de ser profesionales bien remuneradas, de tener un vehículo seguro, un computador moderno, un celular actualizado, una casa y también, ¿por qué no? un hogar con una pareja que la respete en igualdad de condiciones, en fin, todo lo que el cerebro de una niña es capaz de soñar.
Invito al Estado, a los candidatos a asumir el problema de los embarazos a temprana edad con acciones concretas: Educación sexual, acceso a métodos anticonceptivos inocuos, y ofrecerles la oportunidad de desarrollar un proyecto de vida, son herramientas demostradas en otros países para reducir los embarazos a temprana edad. ¿Qué lo impide?
Ojalá estas 663 niñas mutiladas sea un argumento lo suficientemente valido para motivar a Promese Cal, las farmacias del pueblo a ofrecer anticonceptivos. Autoridades: esta triste realidad solo les pasa a las pobres, las niñas ricas no paren. Los anticonceptivos son medicamentos esenciales.
Paremos el embarazo en niñas, es una barbaridad con la complicidad del silencio.