Haití arde. Renuncia su gobierno. Secuestran religiosos y empresarios. Cada día demuestran más cuán fallido es ese conglomerado humano sin orden ni proyecto de vida en común. Algunos políticos dominicanos aprovechan para promover su apocalíptica profecía de un plan malévolo de entidades multinacionales dizque para unificar ambos países.
Los haitianos emigran para no morirse de hambre y desesperanza, casi como muchos dominicanos cogen la yola hacia Puerto Rico. Lo que nos ha pasado con la invasión pacífica de haitianos no es responsabilidad de ningún organismo internacional, sino nuestra; primero por permitirlo y segundo por no haberlo regulado correctamente hasta hace pocos años. Ese desorden, ¿propicia una “fusión” entre estados antagónicos? ¿Con lengua, cultura, economía, sistema político, religión y composición racial muy diferentes? Lo dudo. Sería antihistórico.
Si aumenta cuántos haitianos residen legal o ilegalmente aquí, podrían articular una minoría para influir políticamente. Por eso hay que impedir que haitianos reclamen para sí de manera ilegal la nacionalidad dominicana. Debemos regularlos como extranjeros residentes. Y soltar el “cuco” de una imposible fusión…
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