Se nos fue Marcio Veloz Maggiolo. Quedan ya muy pocos de esa generación que comenzó a publicar prácticamente con la caída de la dictadura.
Tuve el privilegio de acompañar en innumerables trabajos de campo arqueológicos a un Marcio recién regresado de España donde estudió antropología. Es después de varias horas en sendos mulos y cuando duermes en casa de un campesino, ingiriendo comidas enlatadas, que se profundizan las amistades. También participamos juntos en varios congresos arqueológicos caribeños y lo tuve como jefe de investigaciones cuando dirigí (1977-1982) el hoy lamentablemente cerrado y maltratado en su renovación Museo del Hombre Dominicano.
Cuando supe que el coronavirus se lo había llevado, busqué un libro editado por la Fundación Cultural Dominicana que establecí en 1979, pues en sus últimas páginas aparece la lista de obras editadas por ella. Allí me di cuenta que de los diecinueve autores editados apenas cinco se mantienen con vida. De Marcio sacamos Materia prima (protonovela) y Ritos de cabaret (novela rítmica), como también editamos obras de Manuel Rueda, Hugo Tolentino Dipp y Carlos Esteban Deive, pertenecientes a una generación “clásica” si se quiere utilizar ese término. Para nosotros un “clásico” es una obra literaria que nunca termina de decir lo que tiene que decir. Los que no tuvieron el privilegio de conocerlo o leerlo bien pueden remediar ese problema tan solo leyendo algunas de sus novelas, las que ahora cito.
La biografía difusa de Sombra Castañeda está basada en la experiencia de Marcio en Barreras, en la costa sureña de Azua, donde pasó un buen tiempo haciendo excavaciones arqueológicas en el lugar con el fechado más antiguo en la isla sobre la presencia del ser humano y donde conoció al brujo local. Allí utilizó la noción antropológica de medio ambiente y adaptación. Materia prima es una novela complicada que requiere de mucha atención para poder entender los cambios en el tiempo. Flor bellaestá dedicada a los huesos de una indígena localizados durante una excavación arqueológica. Y es que Marcio en sus novelas pasaba de arqueología a la vida cotidiana.
Su primera novela Judas, el buen ladrónpublicada en 1962, durante el primer año después de la caída de la dictadura, refleja la influencia de una Biblia que era lectura cotidiana en la casa de sus padres. La guerra civil de 1965 lo estimuló a publicar diez años después De abril en adelante, protonovelay en 1967 Los ángeles de hueso, luego reimpreso en 1985. También editó su Compendio de novelas cortas en 1980 y en el año siguiente en Caracas La biografía difusa de Sombra Castañedala que se reimprimió en Santo Domingo tres años después. La fértil agonía del amorvio la luz pública en 1982.
Ritos de cabaret(1990), Trujillo, Villa Francisca y otros fantasmas (1996) y Memoria tremens (2009) las tres tienen que ver con sus recuerdos de infancia y juventud en su Villa Francisca natal. En 1986 publicó Cuentos, recuerdos y casi cuentos. Ya en el siglo XXI salieron Confesiones de un guionista(2000) y Antropología portátil (2001), una especie de pret a porter para los que comienzan a estudiar arqueología. La vida no tiene nombre es del 2003 mismo año en que en Madrid publicó El hombre del acordeón. El año siguiente también en Madrid salió La mosca soldado, donde igualmente vincula el tema arqueológico. Su última novela es El sueño de Julianson, siete años antes de su fallecimiento.
Novelas como De abril en adelante, La biografía difusa de Sombra Castañeda, El hombre del acordeón y Materia primason clásicos de la segunda mitad del siglo XX. Marcio, poeta, novelista, ensayista, columnista y científico fue autor de treinta y seis libros sobre literatura, incluyendo dieciocho novelas, más treinta sobre arqueología y antropología.
Cuando murió su esposa, la locutora Norma Santana, dotada de una extraordinaria voz, en el velatorio le dije a Marcio: “Se nos fue la voz”, lo que le impresionó. Si hubiese podido ir a su velorio, la pandemia lo impidió, le hubiese dicho al público: “Se nos fue el gran erudito”.
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