Cada cierto tiempo recibo en consulta a parejas de padres en las que sobre todo el papá muestra un gran rechazo a un hijo de menos de 10 años, que según él lo ve “raro”. Puede ser un niño cariñoso, disciplinado, que saca buenas notas, honesto, responsable, pero el miedo a que vaya a ser homosexual oculta todas estas virtudes.
Lo que suelo observar es que el padre se torna reactivo, ansioso y hasta angustiado frente a esta posibilidad. La madre, aunque no deja de preocuparse se muestra más comprensiva y en la mayoría de los casos intenta convencer al padre de lo duro que está siendo con el niño.
Producto de este rechazo el padre pone distancia afectiva con su hijo y comienza a corregirle con expresiones que aluden a lo que debería ser un hombre: “Párese como un hombre”, No hable como una mujercita”, “Esas no son cosas de hombres de verdad” y emprende un plan de ataque en el cual prácticamente acosa al niño en cada conducta que hace. Provocando, sin darse cuenta, lo que clínicamente conocemos como profecía autocumplidora, es decir, actuando para que aquello que más teme ocurra.
Al escuchar todo esto, miro a este padre y lo intento hacer con sus propios ojos de miedo, dejo de ver el rechazo que está expresando a su hijo y en su lugar pongo el miedo que él siente. Lo comprendo en sus temores y le explico cómo esta cultura machista logra que los hombres tengan conductas homofóbicas con sus propios hijos, haciéndoles olvidar el amor, que sobre todas las cosas, sienten por ellos.
Comprendo su reacción y lo comienzo a ver como una víctima de este sistema. Cuando esto ocurre, inmediatamente bajan las defensas y comienza a desenredarse la historia en su familia, que le da sentido a la conducta del niño.
En días pasados recibí a un padre que por no haber resuelto un conflicto de años con su madre, que vive con él y su nueva familia, había, sin darse cuenta, triangulizado a su hijo de 5 años en medio de este conflicto. La abuela a nivel inconsciente, sustituyó el amor de su hijo por el de su nieto, ella lo cuida, lo consiente, lo malcría y hasta duermen juntos en la misma cama. El niño se ha apegado tanto a la abuela que la defiende frente a su padre, ve las novelas con ella y ha comenzado a imitar la conducta femenina de ella, esto es lo que moviliza a los padres a la consulta.
Cuando aclaramos todo esto, el padre puede ver más objetivamente la relación que tiene con su madre, con su esposa y con sus hijos.
Iniciamos entonces el camino al re encuentro de este padre con su hijo y como por arte de magia la conducta afeminada comienza a desaparecer.
El trabajo del padre fue interpretar la conducta de su hijo como una demanda de amor y acercarse afectivamente a él. Aceptar la cercanía física que su hijo le daba y que antes el padre rechazaba, descubrir que ese es su hijo más cariñoso y carismático de los tres que tiene.
Comenzó a salir con él, a dedicarle tiempo, escucharlo y mostrarle la parte más hermosa de su masculinidad que es el amor que siente por su hijo y su deseo de valorar al ser humano que es, sin perderlo en conflictos de los adultos ni en los paradigmas impuestos por la cultura patriarcal.
Twitter: @solangealvar2
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email