Un saludo cordial a mis queridos lectores.
No había en el pueblo peor oficio que el portero de botiquín. Pero ¿qué otra cosa que podría hacer aquel hombre? De hecho, nunca había aprendido leer ni escribir, no tenía otra actividad ni oficio.
Un día se hizo cargo botiquín un joven con inquietudes, creativo y emprendedor. El joven decidió modernizar el negocio. Hizo cambios y después citó al personal para darle nuevas instrucciones. Al portero, la dijo.
A partir de hoy, usted además, de estar, en la puerta me va preparar una lista semanal donde se registrará la cantidad de personas que entran día a día y anota sus recomendaciones sobre el servicio.
El hombre tembló, nunca le había faltado disposición al trabajo-balbuceo…yo no sé leer ni escribir.
Cuánto ¡Cuánto lo siento! Dijo el joven.
¿El Señor hubiera actuado así?
Dios no hace diferencia a rico ni pobres que han podido estudiar por cuenta de los padres.
Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.
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