A fines de 2014, o principios de 2015, regresé de Nueva York en asiento contiguo al político y empresario José Rafael Abinader, papá de Luis. Nos conocíamos desde cuando fui reportero. Él fue contralor cuando gobernó Guzmán y ministro de Finanzas de Jorge Blanco. Luis despuntaba como candidato presidencial.
Conversamos sobre poesía, su carrera política, el pleito contra Gulf+Western y su renuncia semanas antes de la poblada de 1984. También del futuro político de su hijo. Meses antes, Abinader padre había facilitado la conversión de su minúsculo partido, Alianza Social Demócrata, fundado décadas antes por Juan Isidro Jimenes Grullón, en el Partido Revolucionario Moderno, la continuación del PRD tras su implosión.
Pocas veces he oído a un padre más orgulloso de su hijo que éste de Luis. Me dijo: “Vamos a ver si consigue lo que yo no pude. Creo que saldrá excelente”. Hace ya un año, Luis salió electo presidente. Pena que don José Rafael, ido el 4 de noviembre (igual fecha que mi papá) de 2018, no alcanzara a verlo.
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