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Dificultades electorales en Haití

Así como desde la década de los setenta monseñor Agripino Núñez Collado, desde la rectoría de la PUCMM, devino en el mediador por excelencia durante nuestros conflictos políticos, en Haití cada día se menciona más a Jacky Lumarque, rector de la universidad Quisqueya.

Bernardo Vega
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En Haití, aunque cada vez en menor grado, se mantiene la tendencia a contar con gobiernos de mulatos o negros, algo que viene desde la creación misma del Estado haitiano a principios del siglo XIX.

En el siglo XX, por ejemplo, Stenio Vincent, un mulato, conformó un gobierno de mulatos entre 1934 (cuando terminó la ocupación militar norteamericana iniciada en 1915) y 1941. Este luego fue seguido por otro de mulatos encabezado por Elie Lescot hasta 1946. François Duvalier (1957-1971), por el contrario, representó un gobierno de negros.

Además del aspecto racial, la geografía también ha sido históricamente un factor determinante en la política haitiana. En el siglo XIX Haití estuvo dividido en lo que de hecho eran dos países, el norte y el sur. Por eso es que la Constitución haitiana, hasta finales del siglo XIX establecía que era un país “uno e indivisible”, aunque algunos dominicanos insisten falsamente en que eso se mantiene en la Constitución haitiana y que se refiere a la isla, es decir que Haití pretendería que la parte hispanoparlante fuese parte de la francófona.

El gobierno del recién asesinado presidente Jovenel Moïse reunía ambas características. Era negro y del norte y para colmo fue asesinado por extranjeros blancos. Estando alrededor del 80% de la población haitiana constituida por negros, el hecho de que por primera vez en más de cien años fuese asesinado un presidente y que resultó ser negro y del norte, ha creado un enorme resentimiento.

Un tercer grupo racial son los descendientes de sirio libaneses, quienes migraron desde finales del siglo XIX a toda América Latina y que usualmente denominamos “turcos”. Como en su lugar de origen donde además del árabe se habla francés, era lógico que muchos debido a ese idioma, migraran a Haití y desde allí algunos cruzaron la frontera estableciéndose en nuestro país, aunque otros fueron directamente a Santo Domingo y San Pedro de Macorís. Por cierto, el único migrante sirio libanés que practicaba la religión musulmana lo fue el padre de Amín Abel y por eso los servicios de inteligencia británicos estuvieron preocupados por él durante la Segunda Guerra Mundial pues los ingleses en esa época bregaban con los palestinos.

El éxito económico de los sirio libaneses en Haití ha creado grandes resentimientos entre el resto de la población. El rey momo del carnaval haitiano de 1951 fue un sirio libanés que terminó asesinado. El actual jefe de la gran banda que controla buena parte de Puerto Príncipe, un ex policía apodado “Barbecue”, ha jurado exterminar a los sirio libaneses.

Algunos se plantean que las elecciones que necesita Haití antes de febrero, deben de ser organizadas por un gobierno provisional y no por el actual, que es una continuación del de Moïse. También es obvio que para que elecciones puedan tener lugar, hay que eliminar las bandas, lo que probablemente requerirá de tropas extranjeras ya que la policía haitiana es débil, más cuando muchos de sus familiares residen en zonas controladas por las bandas. Naciones Unidas, a través de una nueva Minustah, con apoyo económico norteamericano, luciría ser la solución a este problema militar.

También se ha planteado que la sociedad civil haitiana, incluyendo representaciones de su amplia, vigorosa e inteligente diáspora, debe de jugar un papel en las negociaciones para organizar las elecciones. Así como desde la década de los setenta monseñor Agripino Núñez Collado, desde la rectoría de la PUCMM, devino en el mediador por excelencia durante nuestros conflictos políticos, en Haití cada día se menciona más a Jacky Lumarque, rector de la universidad Quisqueya. Sabemos que dominicanos ignorantes se sorprenderán de que una universidad haitiana lleve el nombre de la primera palabra de nuestro himno nacional, pero se trata de uno de los nombres que los taínos aplicaron a la isla por lo que los dos países que hoy la integran tienen derecho a su uso.

Agréguese a este activo volcán social iniciar la vacunación para combatir el covid, luchar contra los oligarcas cuyos negocios fueron afectados por medidas para reducir el costo de la electricidad, la necesidad de un referéndum para eliminar el cargo de Primer Ministro y las pretensiones de Martelly de volver a la presidencia y concluiremos que el futuro de Haití luce bien complicado.

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