SANTO DOMINGO.- Ya llevamos 10 períodos fiscales desembolsando el 4% del PIB para financiar la educación. Desde entonces nuestros bolsillos han aportado 23,000 millones de dólares. Esta es una cifra espectacular en cualquier parte del mundo, aunque pienso que aquí hemos perdido la capacidad de asombro y el respeto al dinero.
Al día de hoy deberíamos estar celebrando avances sustanciales en la educación, especialmente en los niveles de aprendizaje. Resulta que EDUCA, que da seguimiento con rigor a la evolución y a la involución de la escuela, nos dice algo lamentable.
Los recursos invertidos no guardan relación con el nivel de avance; hay un lento caminar, casi imperceptible, y estamos por debajo de la media de la región en aprendizaje. Esto me lleva a una conclusión: se ha derrochado mucho dinero, hay una crisis de abundancia y ha faltado gerencia. Ese es el problema.
Pero, más grave aún son los niveles de politización de la educación que al parecer arrecian con una ADP centradas en conquistas unilaterales. No sería justo, sin embargo, ignorar que los tecnócratas del Estado han proyectado un déficit gerencial de altas proporciones.
Para que esto avance en los próximo diez años, antes de que nuestros aportes lleguen a 46,000 millones de dólares, es necesario reclamar resultados, eficiencia, gerencia, así sea retomando las sombrillas amarillas.
No puede ser que gente que en su vida no ha administrado un puesto de vender pastelitos haya estado tomando de decisiones sentada en una masa de dinero tan grande como 23,000 millones de dólares.
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