REDACCIÓN INTERNACIONAL.- ¿Qué harías si al entrar a una galería de arte, el artista te pide que presiones el botón de encendido de una licuadora donde nada un pez dorado? como parte de su exhibición.
Esta pregunta, con sus implicaciones morales, la enfrentaron los asistentes del Museo Trapholt en Dinamarca en el 2000, al presenciar un arte-experimento de Marco Evaristti, que presentaba unas 10 licuadoras, todas llenas de agua y cada una con un solo pez dorado nadando alrededor de las cuchillas.
A los visitantes que presenciaron el «Helena & El Pascador» se les dio dos opciones: presionar el botón grande “ENCENDIDO” y aniquilar al pez (sin ninguna razón), o no tocar el botón y dejarlos que vivan.
«Intentar obligar a las personas a luchar contra su conciencia. Fue una protesta contra lo que está pasando en el mundo, contra este cinismo, esta brutalidad que impregna el mundo en que vivimos», contó el propio Evaristti a la cadena BBC sobre la idea que quería transmitir.
De acuerdo con el medio de comuniación la mayoría de los asistentes no presionó el botón, pero uno de ellos sí lo hizo, no una, sino dos veces en dos licuadoras, acabando con la vida de dos pececitos.
Ante este aparente «crueldad animal» por las quejas de que las licuadoras estuvieran conectadas, las autoridades intervinieron y le pidieron al propietario del museo, Peter Meyer, desconectarlas de inmediato, pero este se negó y fue obligado a pagar una multa de 2000 coronas, que en la actualidad ascienden a 205 dólares.
El hombre protestó por la multa en nombre de la “libertad artística”, no pagó la multa y fue llevado a juicio en el país por crueldad animal. Finalmente, el tribunal lo absolvió a Meyer, luego de que varios testimonios de veterinarios explicaran que los peces habrían muerto casi instantáneamente, por lo que no estuvieron expuestos a un sufrimiento prolongado.
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