El Juez Juan Francisco Consoró exculpó al actor Andrés Castillo del acoso y la celada que quiso tenderle a una menor de 14 años; situación registrada con detalles en una llamada telefónica grabada que no deja duda del acoso y la intención de engañarla.
Consoró declaró solemnemente que el hecho “es moralmente reprochable, pero no es delito”, pese que el acoso está tipificado como delito y la manera como quiso Castillo tenderle la trampa a la menor, es mucho más que un acoso: es una trama fríamente calculada que se prestaba a hacerle daño a la niña en soledad, en ausencia de la madre.
Las expresiones del juez -pese a lo contradictorias e irresponsables- lucen ser una construcción forzada para garanterizarle impunidad al acusado; y como tal, exhiben sus inconsistencias.
La venalidad judicial resalta y ha servido para exacerbar la soberbia de quien tejió la trama, la cual fue develada por Alicia Ortega en El Informe, que incluyó la entrevista al mismísimo Andrés Castillo.
En ese espacio se informó que la denuncia durmió tranquilamente durante tres meses en el Ministerio Público, lo que por fin provocó a continuación que por lo menos la misma fuera abordada recientemente.
En esa ocasión, al ser sorprendido Castillo en la entrevista, no logró esconder su nerviosismo ni pudo encubrir la pretendida encerrona.
Estimulada su prepotencia por la protección de esa instancia judicial, ahora el “exculpado” está empeñado en desacreditar a la menor que quiso engañar y no pudo.
A mí me dio nauseas escuchar sus pérfidas insinuaciones y el lodo que le tiro a menor de 14 años en la entrevista que le hiciera la comunicadora Julissa Céspedes en su espacio nocturno en CDN.
Esto dicho sin pruebas y con el agregado de las amenazas a quienes cumplieron con el deber de informar lo que permanecía oculto.
El caso al revés, diría Galeano; facilitada la inversión por la influencia agobiante de la ideología patriarcal-machista al interior del sistema judicial dominicano y a nivel de Estado.
Es posible que el juez Juan Francisco Consoró no sepa el daño que se ha hecho a sí mismo y le importe poco el daño que les ha hecho a este país y específicamente a las niñas de esa edad.
El juez Consoró se calentó y habrá de sufrir la calentura, porque pasaron aquellos tiempos en que los perros se amarraban con longanizas.
Los derechos de las mujeres, niñas y adolecentes, tienen ya muchos/as dolientes y muchos/as defensores/as.
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