REDACCIÓN.- Para mantenerse saludable, el cuerpo necesita atravesar cada noche cuatro etapas del sueño varias veces. Durante la primera y segunda etapa, el cuerpo comienza a disminuir sus ritmos. Eso nos prepara para la tercera fase: un sueño profundo, de ondas lentas, en el que el cuerpo literalmente se restaura a sí mismo a nivel celular, al reparar el daño del desgaste del día y consolidando recuerdos en almacenamiento a largo plazo.
El sueño de movimientos oculares rápidos, conocido como MOR (o REM en inglés), es la etapa final en la que soñamos. Los estudios han demostrado que la falta de sueño MOR puede llevar a un déficit de memoria y resultados cognitivos deficientes, así como a enfermedades cardíacas y otras condiciones crónicas. Incluso, a una muerte prematura.
Por otro lado, años de investigación han encontrado que el sueño, especialmente el más profundo y curativo, estimula el funcionamiento inmunológico.
Dado que cada ciclo de sueño dura aproximadamente 90 minutos, la mayoría de los adultos necesitan dormir de siete a ocho horas relativamente ininterrumpidas para lograr un sueño reparador, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés).
Según un estudio, la privación crónica del sueño en un grupo pequeño de adultos sanos aumentó la producción de células inmunitarias vinculadas a la inflamación, al mismo tiempo que alteró el ADN de esta clase de células.
Se necesita una cierta cantidad de inflamación del sistema inmunológico para que el cuerpo luche contra las infecciones y sane las heridas, pero un sistema inmunitario hiperactivo puede resultar dañino y aumentar el riesgo de trastornos autoinmunes y enfermedades crónicas, advierten los expertos.
¿Cuántas horas de sueño son necesarias?
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Todos los participantes del estudio usaron acelerómetros de muñeca, lo que permitió a los investigadores vigilar la calidad y la duración del sueño durante cada período de 24 horas. En las primeras seis semanas, cada participante del estudio durmió entre siete y ocho horas completas, justamente, la cantidad que los CDC recomiendan para los adultos. Sin embargo, en las seis semanas siguientes, el sueño se redujo a 90 minutos por noche.
Luego de cada ciclo de seis semanas, a los participantes se les extrajo sangre por la mañana y por la noche y se analizó la reactividad de las células inmunitarias. No se encontraron cambios negativos en las personas que durmieron lo suficiente. Sin embargo, después de que los participantes del estudio pasaran seis semanas con restricción del sueño, los análisis de sangre detectaron un aumento de cierto tipo de células inmunitarias en las muestras extraídas por la noche.
¿Qué cantidad de sueño es ideal para estar y sentirse bien?
Los análisis de sangre también encontraron cambios epigenéticos dentro de las células de los monocitos tras el largo período de privación del sueño. Los epigenomas son proteínas y sustancias químicas que se asientan como pecas en cada gen, esperando para decirle «qué hacer, dónde hacerlo y cuándo hacerlo», según el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano. El epigenoma, literalmente, activa y desactiva los genes, a menudo en función de desencadenantes ambientales y comportamientos humanos como fumar, seguir una dieta inflamatoria o sufrir una privación crónica de sueño.
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Los epigenomas se pueden activar y desactivar, entonces, ¿se mantendría el cambio en la función inmunológica después de que los sujetos del estudio volvieran a dormir toda la noche? El estudio no pudo indagar por ese resultado en humanos. Pero los investigadores realizaron estudios adicionales en ratones que dejaron resultados interesantes.
¿Son los cambios permanentes?
La actividad inmunológica en los ratones con privación de sueño reflejó la misma de los humanos: aumentó la producción de células inmunes y se observaron cambios epigenéticos en el ADN de las células. En estos estudios, a los ratones se les permitió dormir bien durante 10 semanas antes de volver a evaluarlos.
A pesar de dormir lo suficiente durante un largo período, los investigadores encontraron que los cambios en el ADN permanecieron y que el sistema inmune continuó con su sobreproducción, lo que hizo que los ratones fueran más susceptibles a la inflamación y la enfermedad.
El estudio se publicó el 21 de septiembre en la revista Journal of Experimental Medicine.
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