Las verdades son mas dolorosas cuando, siendo verdad, el miedo o la complicidad las mantiene ocultas o silenciadas. Defender a la Policía es casi imposible sin justificar su corrupción, ineficacia e involucramiento en muchos delitos en vez de combatirlos.
Un consultor extranjero a cargo del proyecto de reforma policial dijo algo harto sabido: nuestra Policía ha estado podrida de cabeza a callos de los pies, enterita, desde hace muchísimas décadas. Fue imprudente al debatirlo en la prensa sin los sometimientos judiciales que corresponderían, un estilo similar al lawfare de fiscales.
Pero la respuesta de diez exjefes de la Policía, airados por sentirse injuriados, es quizás una imprudencia mayor, pues su reacción alegando que sus servicios fueron para preservar la democracia encierra una velada amenaza intolerable. Quizás pocos policías saldrían bien de una auditoría del origen de su patrimonio pero si no es para actuar judicialmente, como manda la ley, este escarceo no lleva a nada bueno excepto exacerbar ánimos.
No es hablando que lograremos la reforma, sino con macana legal. Este esfuerzo actual del presidente Abinader merece apoyo, aunque también mejor juicio de sus colaboradores.
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