El gobierno está justificadamente orondo por la reducción de la pobreza durante el último año pese a las enormes presiones económicas internas y foráneas.
Este siglo hasta 2019 crecimos en promedio interanual 5.3 % y la recuperación post pandemia es elogiada internacionalmente. En la última década hemos sido la segunda economía de más crecimiento en América Latina y el Banco Mundial prevé que en 2030, dentro de apenas tres ciclos presidenciales, podríamos pasar a ser un país de alto ingreso. Sin embargo, la pobreza dominicana sigue chillando como un baldón ante las posibilidades de haber logrado mucho más.
No se trata de este u otro gobierno, sino que quizás hemos privilegiado algunos aspectos del crecimiento sin considerar cuán difícil es seguir progresando con un sistema educativo tan deficiente. La brecha socioeconómica entre dominicanos posee una relación innegable con la instrucción pública y la educación. Los países con menos pobres son los países mejor educados, no los que poseen mayores recursos naturales. Ojalá la misma indignación que obligó a asignar el 4 % del PIB a Educación sirva para motivar que sus resultados sean revolucionados.
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