A veces luce que el inconcluso intento por reformar la Policía es boicoteado desde dentro, no sólo por la dificultad de cambiar viejas mañas sino por la tupida red de complicidades impunes. Por ejemplo, la Policía detuvo a reincidentes que azotan Arroyo Hondo con robos y atracos; hay videos provistos por víctimas, denuncias y evidencias; incautaron armas, laptops y autos robados. Dizque los soltarán si ningún vecino pone querella. ¿Y el Ministerio Público? Es una lucha titánica contra la propia institución reacia a cambiar sus viejas mañas. La ley más violada por los policías es la de gravedad: lo que pican abajo siempre sube. Apretar al narco lleva la “búsqueda” por otro rumbo… Quizás todos somos culpables por esperar un buen servicio sin proveer suficientes recursos, entrenamiento y supervisión. Reformar la Policía no es imposible. Entrenamiento, disciplina, respeto al ciudadano y valores cívicos, no son física cuántica, pueden y deben enseñarse. Requiere mando, control y consecuencias legales, no sólo los aplaudidos aumentos salariales. Aunque avanza lentamente, la reforma debe continuar. Pero un Ministerio Público dubitativo y cómplice no ayuda.
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