La inevitable revisión y reforma requerida por el país, prometida por el presidente Abinader, naturalmente provoca toda clase de reacciones de posibles afectados, de aspirantes a ser beneficiados y de los habituales teóricos de tersa verborrea y pocos hechos con qué sustentar su alegada experticia. Mientras más días pasan más se enreda la cabuya, incluyendo presiones políticas por trasmano, como la amplificación del comentario de un legislador estadounidense quejoso porque la justicia dominicana sólo persigue a corruptos de la oposición o del anterior gobierno. Vengo advirtiendo desde hace cuatro años que el pésimo manejo del Ministerio Público, armador de circos mediáticos y lawfare sin esperanza de sentencias, podría resultar dañoso para el Gobierno. La Justicia debe asumir y remediar sus farandúlicos impulsos para concluir los procesos por corrupción. Lo que menos necesita la sociedad dominicana es que los beneficiarios del desorden y el antiguo status quo descarrilen el proceso regenerativo nacional.
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