En una tertulia virtual me asombró leer como negros dominicanos expresaron su desagrado porque una muchacha sanjuanera de origen haitiano participe en un concurso de belleza. Dizque su fenotipo no es nuestro. He visto similares quejas por atletas dominicanos de ascendencia haitiana. Rechazar la inevitable realidad de que existen dominicanos con padres o ancestros haitianos no contribuye en nada a hacernos mejores dominicanos. Me considero patriota, no menos que cualquier dominicano digno de serlo; defiendo nuestra nación y estoy muy orgulloso de mis raíces que llegan hasta Rodrigo de Bastidas e incluyen a negros. No es cristiano, inteligente ni necesario que mi patriotismo se fundamente en el odio ni el rechazo visceral a Haití o los haitianos. Defiendo nuestra legalidad y derechos, que muchos anti-dominicanos desean afectar o disminuir. Es innegable que los dominicanos somos odiados por gran parte de los líderes de Haití. Ese odio les drena energía e impide aprovechar nuestra experiencia septuplicando nuestra economía y creando una democracia estable en los mismos setenta años en que ellos han continuado su incesante involución y destrucción de su país. Si como creen algunos, somos moralmente superiores, el odio sólo nos disminuye y equipara a algunos de ellos, algo indeseable.
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