SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El ambiente que ha dominado al PRD en los últimos tiempos se asemeja mucho a lo que ocurre en una embarcación que queda al garete, sin rumbo ni destino, con dos timoneles a bordo que no logran ponerse de acuerdo.
Aunque legítimos, los proyectos presidenciales que comienzan a aflorar en este momento lucen extemporáneos y fuera de lugar, toda vez que pretenden moverse en una nave que sigue a la deriva por una crisis interna que no ha podido ser superada.
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¿Cómo es posible llevar adelante esos proyectos en medio de la crucial tarea inconclusa de buscar la unidad? ¿No se corre un serio peligro de resquebrajar aún más los fragmentos provocados por enfrentamientos entre sus dirigentes? ¿Se ha nublado tanto la visión dentro de esa organización que ha llegado a tal grado que impide advertir el peligro de una eventual división?
Todas estas preguntas hierven en los pasillos políticos y en diferentes círculos de opinión pública, mientras la confrontación sigue siendo la bandera y el signo más visible en el partido del jacho prendido.
Los que sin visión excluyente, grupal o partidaria ni pasión política aprecian al PRD por su histórica contribución a la democracia nacional, observan con mucha pena y preocupación la situación por la que atraviesa.
Fuera de sus conflictos y rebatiñas internas, que han sido una constante desde su fundación, es innegable el aporte del PRD a la conquista y defensa de las libertades públicas en el país, por lo que debe ser preservado como un patrimonio del país en su conjunto.
Quienes más deberían entender esto y reencauzar ese partido por rutas de reconciliación y unidad deberían ser sus principales dirigentes, dejando atrás facciones o ambiciones para dar paso a un clima de equilibrio y entendimiento.
Además, el debilitamiento de un partido de gran arraigo popular como el PRD sería un golpe para la democracia y la alternabilidad en el poder, que es crucial para el ejercicio democrático y abriría las puertas a tránsfugas y mercaderes que montan partidos como tiendas de campaña para ofrecerlas al mejor postor. Es hora que de la prudencia y la serenidad se impongan.