El siguiente es un escenario imaginario basado en realidades, pues parte de políticas desarrolladas por el gobierno que, se supone, deben tener resultados: Llega 2016. El presidente Danilo Medina cuenta con un nivel de aceptación superior al 50%. La economía ha repuntado. El equilibrio fiscal es alcanzado y se ven los frutos de todas las acciones ejecutadas en favor de las Pymes.
El plan de seguridad está en plena concreción con una Policía reestructurada y una sustancial reducción de la criminalidad. Hay estabilidad del tipo de cambio. Las tasas de interés son aceptables, la cartera de créditos tiene buen ritmo de crecimiento, la rentabilidad de la banca mejora su cota y no hay disturbios mayores en los precios. Distintas obras de infraestructura han sido inauguradas y otras están en marcha.
Ya se han hecho inversiones considerables en redes eléctricas y están en plena construcción las plantas que cambiarán radicalmente la matriz de generación a partir del próximo gobierno. Pero, además, Medina ha conjurado todo asomo de corrupción con medidas drásticas, incluyendo destitución y sometimiento a la justicia de los ladrones que nunca faltarán en la esfera gubernamental.
¿Es todo esto posible? Sí. Sólo basta con tener disciplina, voluntad política y decisión, gobernar sin que el poder nuble la razón y renunciar al Olimpo que crean los elogios, el ditirambo y el tumbapolvismo de acólitos adheridos al poder como si fuese su heredad.
Hecho real, este cuadro presupone que de la voluntad de Danilo Medida dependerá su relevo, venga del PLD o del sector externo. Todos los candidatos a legisladores querrán su unción, empuje moral, político y financiero. Sin dudas se nuclearían con él como satélites girando en torno a un único sol.
No dudo que distintas fuerzas formen un frente reeleccionista arrasante que demande reformar la Constitución. Pero si a Medina el gobierno se le desgasta en forma pronuncia, esto que escribo aquí será simple sueño en una noche de verano y entonces Leonel Fernández reirá a mandíbula batiente.
