SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Cuando las autoridades monetarias autorizaron el mes pasado a liberar 9 mil millones de pesos del encaje legal de la banca para que fueran destinados a préstamos a pequeñas y medianas empresas, el anuncio provocó sonrisas y grandes expectativas en este importante sector de la economía.
El entusiasmo fue automático porque parecía que se abría una puerta para negocios que, dado su rango reducido, no contaban con dinero para operar y desarrollarse, al no poder acceder a un capital de trabajo con tasas elevadas.
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Ese fue precisamente el punto que produjo mayor atención, en vista de que se suponía que a partir de la medida, comenzarían a obtener préstamos a un 9 por ciento..
Pero como ocurre en la casa del pobre, la alegría inicial duró poco y los rostros sonrientes se transformaron en rostros compungidos, al desinflarse la medida cuando cientos de solicitudes no encontraron respuesta positiva, a pesar de diligentes gestiones que incluyeron completar un minucioso trámite burocrático.
Es que las entidades financieras, increíblemente, al final les comunicaron que los fondos se habían agotado.
O sea, un fondo nada menos que de 9 mil millones de pesos se había prácticamente esfumado cuando apenas habían transcurrido días del anuncio ofrecido por el Banco Central y que estaba supuesto a dinamizar la economía.
Lo que no logran explicarse quienes sufrieron en su momento una gran decepción, es ¿cómo recursos de tal cuantía se agotaron, cuando, por más rapidez y eficiencia con que se hagan las tramitaciones, éstas siempre toman algún tiempo para las calificaciones en los comités de crédito?’.
Haciendo una analogía con la medicina, el paciente fue debidamente examinado por una reputada junta facultativa pero, lamentablemente, falleció durante el proceso en el quirófano.
Ya en la morgue, solo procede una autopsia para determinar la causa del fallecimiento y lo propio debe hacerse con este caso del famoso fondo que ha desaparecido.
Por lo menos, el país debería contar con un detallado informe sobre los préstamos otorgados, con montos y nombres de los beneficiarios, aunque esto no sea consuelo para quienes ingenuamente pensaban que podrían activar sus pequeñas fuentes de subsistencia.