A medida que pasan los días, nuevas restricciones dispuestas por las autoridades haitianas a productos dominicanos indican, de forma inequívoca, que existe todo un plan para perjudicar al comercio con la República Dominicana.
Todo comenzó, sin una justificación razonable, con la veda a los pollos y los huevos, pero la lista ha ido aumentando y ya incluye productos plásticos, harina y cervezas.
Es obvio que a Haití no le interesa solucionar el conflicto que sus autoridades han provocado y que de continuar, habrá que recurrir a un arbitraje ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).
El Gobierno haitiano ha desconocido, de forma inexplicable, la actitud de colaboración y buena voluntad demostrada por el presidente Danilo Medina para la búsqueda de metas de progreso y desarrollo junto a nuestros vecinos.
El hecho de que primero se adujera cuestiones sanitarias y que luego el argumento se cambiara por asuntos económicos y fiscales, es otra indicación de que Haití no actúa con la debida transparencia.
¿Es acaso, como se teme, que todo esto no es más que una treta para presionar a las autoridades dominicanas ante los reclamos de grupos de descendientes de haitianos que reclaman documentos dominicanos?
Si de eso se tratara, sería un requerimiento totalmente inadmisible, primero porque un país soberano no puede ceder a chantajes de una nación supuestamente amiga frente a la cual siempre ha actuado con solidaridad.
Los asuntos migratorios tienen que ser resueltos conforme a la Constitución y las leyes vigentes y la República Dominicana y sus instituciones no están a merced de exigencias que estén fuera de lugar.
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