Por Víctor Manuel Grimaldi Céspedes
ROMA.- Se ha debatido mucho el término a través de la historia, y el ejemplo más cercano a la memoria es del pueblo judío y sus doce tribus, sobre diáspora y gente sin patria.
Constituyen estos hebreos el caso más comúnmente mencionado por su exilio en Egipto, en Babilonia y sus ghettos desparramados por todo el mundo desde poco antes y después de la nueva destrucción del tempo por Tito en el 70 d.C.
En esas circunstancias se les comenzó a llamar ‘‘apátridas’’, esto es, sin patria, a los judíos.
No solo ellos han sufrido esas vicitudes y amarguras que significa quedarse sin la tierra y el olor y la cultura suyas y de sus antepasados. Palestinos, gitanos, polacos y otros también han pasado esta prueba.
Lo que extraña es que a esta altura de los tiempos se continúe condenando a pueblos de Africa, Asia, Medioriente y de América a sufrir el ostracismo apátrida de los suyos, haciéndolos perder su tierra por consecuencia de las reingenierías implementadas por los poderosos de la tierra.
Este es un tema que merece ser analizado en un esfuerzo honesto por encontrar la verdad. Por casos, o en un caso o ejemplo bien específico. El dominicano, por ejemplo.
Debemos decir la verdad sobre el Pueblo Dominicano, el primero de América. Donde se asentó primero el amor cristiano, la primera iglesia católica fuera de Europa, el primer convento, el primer hospital. Todo comenzó allí, con lo bueno, y lo malo por supuesto también por la dialéctica de la vida.
Claro, que después comenzó la división de su terruño, si bien siempre habló el castellano y mantuvo sus propias costumbres culturales y religiosas.
Veamos ahora la importancia de decir la verdad.
El domingo 23 de Junio 2013 Su Santidad Papa Francesco nos dijo a todos desde su Ventana del Palacio Apostólico que divisa la multitud en Plaza de San Pedro: No tengamos miedo, pues hay que decir la Verdad.
Al día siguiente, lunes 24 de Junio, había de conmemorarse a San Juan Bautista, quien fue martirizado por decir la Verdad.
Esto nos motiva a decir la Verdad Histórica sobre un pequeño rincón en el Caribe.
Primero nos remontaremos a la Historia reciente de Latinoamérica, que ha sido la patria formada por culturas de todo el mundo.
Allá, entre los años 1969 y 1973, el crecimiento económico brasileiro fue un modelo. La Dictadura Militar establecida en Brasil en 1964 contaba con un grupo de tecnócratas que algunos querían imitar en América Latina y hasta en la República Dominicana.
Era entonces general del Ejército y Presidente del Brazil, así, con la letra zeta, Emílio Garrastazu Médici.
Abogado, político zorro de vasta experiencia, era por aquellos años el Presidente Richard Nixon de los Estados Unidos.
Específicamente en el año 1971 el presidente Nixon elogiaba al Gobierno del General Emilio Garrastazu Médici y decía públicamente que por el camino donde fuera Brazil iría la América Latina.
Así sucedió.
Las democracias más civilistas de la América hispanoamericana fueron sucumbiendo y sus hijos asesinados y torturados por la ola represiva que se impuso en Urugüay, Bolivia, Chile y Argentina.
Con entusiasmo y esperanza de ver este experimento bien de cerca, algunos observaban al Embajador americano en Brasilia John Hugh Crimmins, quien desde 1966 a 1969 había sido el Embajador de los Estados Unidos en Santo Domingo.
Su colega y Embajador Roberth Hurwitch, cuando en 1973 se presentó a las audiencias de confirmación previas a su instalación como nuevo embajador americano en Santo Domingo, llegó a repetir en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado aquello de que el modelo a seguir era el brasileño.
Brazil, a través de un contigente de tropas, fue pieza clave en la estrategia de los Estados Unidos para ocupar el territorio dominicano en 1965. Un general brasileño fue instalado como el jefe de todos los grupos extraños interventores amparados en la sombrilla de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuando el presidente Lyndon B. Johnson ordenó a las Fuerzas Armadas norteamericanas ocupar en Abril de 1965 el territorio de la República Dominicana.
Pero aquella última vez que el suelo Patrio fue mancillado, el pueblo dominicano y sus fuerzas armadas conscientes lucharon unidos para recuperar la soberanía perdida. Enfrentaron con hidalguía esta invasión extraña que fue condenada en Naciones Unidas. El Gobierno Constitucional de Juan Bosch y el Coronel Francisco Caamaño tuvo la solidaridad de figuras como el el presidente de Francia Charles Degaulle.
En el siglo XIX, después de la ominosa anexión a España propiciada por Pedro Santana, la guerra patriótica de hombres y mujeres dominicanos desarrollada entre los años 1863 y 1865 logró restaurar la República.
Después, entre los años 1916 y 1924, los dominicanos fuimos víctimas de una Dictadura Militar norteamericana, pues nos gobernaba entonces un General de la US Marines. Alegando el peligro de la penetración de la Alemania en la Isla La Española, nuestro territorio fue ocupado durante la Primera Guerra Mundial. Medio siglo después la nueva ocupación militar norteamericana solo duró diez y siete meses, desd Abril de 1965 a septiembre de 1966.
Nos recuperamos de aquellas cadenas oprobiosas y de tantas otras que a lo largo de 500 Años nos han impuesto fuerzas provenientes de distintos confines de la tierra.
El Pueblo Dominicano -crisol de razas y culturas- originado en las enseñanzas del Amor Eterno, es un sobreviviente a todo tipo de calamidades. Paciente, con dotes de inteligencia y valeroso.
A través de su historia ha sorteado crisis y vicisitudes, maniobras y fuerzas poderosas que han tratado de borrarlo del lugar que ocupa en el cosmos.
Está ahí. Atento. Observando. Esperando. Preparado para ejercer su derecho a sobrevivir como todos los demás pueblos que han organizado sus Estados para desarrollarse en Paz, a pesar de la espada de Damocles que siempre ha representado la amenaza de las Tropas.
Recordamos que a mediados de 1993 – el tiempo ha transcurrido como si nada -, y luego de conversar en Palacio Nacional Presidencial con el Presidente Joaquín Balaguer conseguí su visto bueno para que él diera su apoyo a un proyecto de celebrar en Santo Domingo un seminario internacional sobre los procesos de integración.
La Unión Europea a comienzos de los 90 del siglo XX era una realidad que había de formalizarse el 1 de noviembre de 1993, y el presidente George Bush, el padre, había promovido desde 1990 el proyecto de un mercado integrado desde Tierra del Fuego en el Sur de América hasta el Canadá.
La República Dominicana, ocupando la parte oriental de la Isla de La Española, estaba en 1993 desvinculada de algunos proyectos que se gestaban en los grandes centros del poder mundial, si bien el presidente Balaguer era consciente de la importancia de las relaciones internacionales y asistía cada año a las Cumbres Iberoamericanas iniciadas en 1991 en Guadalajara, México.
De Europa y América -en nuestro proyecto de seminario- llegarían a Santo Domingo especialistas y técnicos en estos temas de la integración en boga. Asimismo, proponíamos como posibles invitados un listado de empresarios y políticos europeos y norteamericanos, además de los compatriotas hispanoamericanos.
Un punto importante del seminario había de ser Haití, nuestro vecino que ocupa la parte occidental de la Isla donde existe la República Dominicana en su lado oriental. Haití surgió como pueblo y nación en la tercera parte de la Isla Española en el siglo XVIII, y el Pueblo Dominicano dos siglos antes. Sin embargo, los haitianos se liberaron de la esclavitud que les impuso Francia en la colonia de Haití a comienzos del siglo XIX. Los dominicanos el 1ro. de Diciembre de 1821 nos declaramos independientes de España, pero los haitianos invadieron y ocuparon por 22 años nuestro territorio impidiéndonos ejercer la Soberanía republicana hasta el 1844.
Una importante firma de abogados de los Estados Unidos que iba a servir de consultora para el seminario aprobado por el Presidente Balaguer en 1993 nos advirtió que había que descartar la idea que teníamos en razón de que las nuevas autoridades instaladas en su país recientemente (Gobierno Clinton) no querían ningún trato con el presidente Balaguer relacionado a Haití y el tema del seminario sobre los procesos de integración.
Está registrado el hecho de que en 1994 se produjo la primera invasión militar norteamericana de las dos más recientes ocurridas durante la actual generación en tierra de La Española. En septiembre de 1994 unos 20,000 soldados de los Estados Unidos invadieron Haití por órdenes del presidente Clinton. Fue una Ocupación que hubo que repetirla después durante la presidencia de Bush hijo, en febrero 2004, y se mantiene ahora bajo la sombrilla de un contingente multinacional de Naciones Unidas.
En estos veinte años de presencia militar extranjera en Haití han ido cayendo cada vez más cargas sobre el pueblo dominicano. Entre otras las insalubridades, específicamente el cólera traído a la isla por el contingente de tropas de la ONU, como lo demuestran estudios científicos acreditados. Criminalidad: el narcotráfico se ha adueñado de la vida de Haití, con consecuencias negativas en República Dominicana.
Recuerdo que la conversación con el Presidente Balaguer de 1993, él me dijo:
«Haití es el principal problema del País». Quedé estupefacto, pues, muy joven aún, no tenía la experiencia del estadista Doctor Balaguer.
Al año siguiente, 1994, la realidad geopolítica del Caribe y América se reflejaba muy concretamente en la Isla La Española: El Presidente Bill Clinton y su señora Hillary estaban propiciando una Reforma Sanitaria en los Estados Unidos. Los votos que hacían la diferencia en el Congreso los tenía el Black Caucus, y estos legisladores negros le exigieron a Clinton que invadiera Haití y repusiera a Jean Bertrand Aristide al poder. Aristide gobernó en el más absoluto desorden irrespetando los derechos humanos del Pueblo Haitiano.
En 1994, millares de haitianos estaban llegando en balsas y yolas a las costas americanas, y fue así como en el Potomac vieron que el territorio nuestro era fundamental para resolver o ayudar a resolverle ese problema a los Estados Unidos.
El lider del PRD, Francisco Peña Gómez p, ya en 1992, con Carlos Andrés Pérez en la Presidencia de Venezuela, al parecer había comprometido al Partido Revolucionario Dominicano en los planes norteamericanos respecto a Haití y República Dominicana.
En este contexto el aparato gubernamental y los liberales del Partido Demócrata de los Estados Unidos presionan al Presidente Balaguer, quien era intransigente en la defensa de la soberanía dominicana en este caso específico del que fui testigo.
Unos días después de las elecciones del 16 de mayo de 1994, me encontraba almorzando en el ristorante Vesuvio del malecón de Santo Domingo, y se apareció allí un amigo a decirme que el Presidente me quería ver con carácter de urgencia. Dejé la comida en la mesa, y el amigo me llevó directamente al Despacho presidencial.
El Presidente parece que quería saber mi opinión sobre el embargo contra Haití aplicado por el gobierno de los Estados Unidos luego del golpe de Estado que derrocó a Aristide en septiembre de 1991.
La noche de aquel dia el presidente Balaguer iba a conversar por teléfono con Warren Christopher, Secretario de Estado de Clinton 1993-1997 (fue Christopher quien recibió en el aeropuerto de Washington D.C., al presidente Balaguer siendo Sub-Secretario de Estado del presidente Jimmy Carter en Septiembre de 1977 con motivo de la firma de los tratados del Canal de Panamá, encuentro al que asistieron Jefes de Estado de América). Yo como Periodista estuve esa vez en Washington, D.C., cubriendo la visita presidencial.
Un mayor general encargado del J-3, logística, del Joint Chiefs of Staff había visitado Santo Domingo unas semanas antes de las elecciones de 1994. Amigos oficiales me habían dado algunos detalles de esta visita. Los americanos ubicaron sitios estratégicos del País, y recorrieron la frontera. Querían, entre otras cosas, que el Presidente Balaguer les autorizara a poner sus observadores militares en tierra dominicana.
El Presidente Balaguer hasta ese momento no simpatizaba ni aceptaba aquella propuesta.
Yo le dije a Balaguer que mi opinión era -y que yo creía firmemente en la defensa de nuestros derechos como Dominicanos- que él tenía que ser flexible ante la gran presión que podían ejercer contra el País y contra él mismo como presidente.
«A la soberanía no se renuncia», me dijo, si bien posteriormente permitió los observadores. Las fuerzas opositoras criollas le acusaban de haber hecho un fraude electoral, y luego le acortaron el período de Gobierno hasta concluir el 16 de Agosto de 1996.
La razón, el motivo y la justificación para que durante los últimos 20 años se haya estado desarrollando sistemáticamente un conjunto de acciones tendentes a empujar hacia el abismo al pueblo dominicano habrá que explicarla.
Cuál es la racionalidad de esta política?
De sacar, de ir desplazando a un pueblo, a sus niños y niñas, adolescentes y jóvenes, hombres y mujeres, ancianos y ancianas de sus barrios, sus campos y ciudades.
De expulsarlos poco a poco de los lugares donde nacieron o han convivido con sus padres y abuelos, y de crearles dificultades para que pierdan su Paz social.
Qué sentido tiene traer extraños para desarraigar a los dominicanos y dominicanas de su patria?
Por qué se ha pretendido hacernos creer que entregándoles el territorio nacional a extranjeros se podrá mejorar las condiciones de vida de esas masas de inmigrantes mientras se perjudica a los dominicanos y dominicanas?
Qué pasará cuando estalle el conflicto barrial o rural entre poblaciones tan divergentes?
Creen los que han venido propiciando esta política que los dominicanos y dominicanas que tendrán que verse forzados a dejar su país podrán recuperarse del trauma de ser apátridas?
Nos llevan hacia eso, a los dominicanos y las dominicanas.
Las dos intervenciones e invasiones militares que han desembarcado en Haití desde 1994 son las que han acelerado este proceso de desnacionalización.
Se ha creado una situación en la isla que puede conducirnos en un futuro próximo al colapso
de la organización institucional del país.
Pocos se dieron cuenta de esta amenaza que se expresó por primera vez en 1994.
Sin Nación, sin Estado, los dominicanos y dominicanas en los próximos 20 años seremos apátridas.
Es esto racional?
O quizás es fruto de la envidia o de la maldad y el egoísmo de los poderosos que no hacen ni aportan los recursos suficientes para que el pueblo haitiano transforme su nivel de vida sin que sea a costa de desplazar al pueblo dominicano de la patria que tanto sacrificio le ha costado construir durante 500 años.
El Pueblo Dominicano, que va siendo desalojado de sus tierras y de su patria, ¿será el apátrida de esta nueva diáspora?
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