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Sin ley ni controles

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Por falta de visión e intereses angostos, la clase política dominicana se resiste a cambios que demandan los nuevos tiempos para que la democracia nacional pueda encarrilarse, con paso seguro, por nuevos senderos de progreso y consolidación.

De forma injustificada, el Congreso, dominado en sus bancadas del Senado y de la Cámara de Diputados por legisladores del gobernante Partido de la Liberación Dominicana, se ha negado hasta ahora a conocer y aprobar la Ley de Partido Políticos, que está llamada a adecentar el ejercicio de la política en el país.

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Por marcada dejadez y tácticas dilatorias infundadas y mal disimuladas, ese importante proyecto permanece engavetado y durmiendo el sueño eterno, al perimir al final de cada legislatura por falta de conocimiento, a pesar de los reclamos de diferentes sectores de la sociedad.

Esto ha venido a subrayar lo perjudicial que resulta para el fortalecimiento y la real apertura democrática, que el Congreso este de hecho virtualmente secuestrado por un partido que impone sus decisiones y no siempre enfocadas al interés general de la nación, al trazar pautas sobre los proyectos que deben ser aprobados o rechazados.

Es obvio que el desinterés congresional por la Ley de Partidos no es casual, ni tampoco parece estar desconectado de las directrices que el PLD traza a sus legisladores, aunque se supone que estos deben ser ante todo representantes de los intereses populares.

Con esto queda confirmado que el objetivo es que los partidos puedan seguir manejándose como hasta ahora, sin rendir cuentas a pesar de que son financiados con fondos públicos, y que además no se quiere poner freno a las constantes rebatiñas internas que los atomizan por la falta de un efectivo control institucional.

Detrás de la negativa a una Ley de Partidos podría también esconderse la intención mantener a los partidos  en algunos aspectos como corporaciones económicas no ajenas a la corrupción y a vicios que deben ser erradicados si queremos una sociedad más justa, orientadora y equilibrada.

La clase política no se da cuenta que con esta actitud y por una miope visión futura se hace un daño a sí misma, porque lo que ahora ve como perjudicial, podría ser la clave para que perdure en el sentir popular e impedir que sea sorprendida junto al país por la oferta de una aventura electorera.

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