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El sistema de creencias debajo del Código de Familia

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 Rincón Familiar

Desde los distintos espacios que ejerzo esta profesión han sido muchas las ocasiones en que he tenido que acudir al sistema de Justicia. La ley nos obliga a los profesionales de la salud mental a denunciar y a actuar cuando en el proceso de nuestro trabajo nos encontramos con que se vulneran los derechos de los ciudadanos colocados en desventaja como son los niños, niñas, adolescentes y las mujeres, que son los casos que he manejado. Y mi participación  se ha sostenido, no en lo que la ley plantea, pues esto no está supervisado en nuestro país, sino más bien por mi  conciencia ética de no hacerme ciega y sorda a ningún tipo de violencia a nivel personal, laboral y en la prestación de servicios psicológicos.

El camino ha sido largo y los casos numerosos de incesto, abuso sexual extra familiar relacionados con niños y niñas, así como violencia contra la mujer en todas sus manifestaciones.
Es innegable que los procesos son largos, tediosos y desgastantes para las familias, esto es lo que se puede ver y vivir a simple vista, pero no es el propósito de este artículo.
A mi me toca mirar más allá, ampliar el contexto y profundizar las razones. No se trata de lo que hace un fiscal, un juez o cualquier otro prestador/a de servicios en el sistema de atención a las familias, sino además, qué mueve su conducta, qué piensa, qué cree, que lo lleva a hacer determinadas preguntas y tomar determinadas acciones.

Esta propuesta de Código de Familia presentada por la vice presidencia de la República tiene un sabor y olor a un sistema de creencias que justamente ha mantenido la violencia y la injusticia en el seno de las familias y la sociedad dominicana.
Me huele al mismo sistema de creencias que lleva a una terapeuta a decir «Yo soy pro pareja» frente a una mujer que está viviendo violencia y comienza a identificarla en su matrimonio.
Me sabe al mismo sistema de creencias que lleva a un fiscal, abogado o juez a defender el derecho como padre que tiene un hombre, obviando que abusa sexualmente de su hijo/a, que los expone a escenas de descontrol en la ingesta de alcohol o abusa emocionalmente de ellos.

Me sabe al sistema de creencias que cuestiona a una adolescente su manera de vestir, insinuando que esto provocó la violación por parte de un adulto que fue incapaz de ver el cuerpo de una niña, debajo de una mini falda o pantalón corto.

Me huele al sistema de creencias que justifica la infidelidad masculina y cuestiona la femenina. Un sistema que es capaz de justificar el feminicidio por la conducta «provocadora» o infiel de una mujer.

Un sistema de creencias donde se mantiene el estigma frente a las mujeres divorciadas a pesar de que más del 40% de los hogares son dirigidos por mujeres en nuestro país.

Me huele al mismo sistema de creencias que sostiene la irresponsabilidad paterna y no obliga al cumplimiento de las leyes que establecen la responsabilidad compartida entre el padre y la madre.

Me sabe al sistema de creencias donde una psicóloga de un tribunal de niños, niñas y adolescentes me llama para preguntarme si pienso que la madre de dos niñas las  utiliza porque está celosa. El padre tiene una querella por abuso sexual y esta profesional de la conducta no es capaz de ver que ambas niñas están en tratamiento psiquiátrico, tienen alterada su vida académica, la mayor se auto mutila, tiene ideas suicidas, se niega a ver a su padre, frente al cual hace crisis de pánico y cuando le pido que lea un informe detallado que realicé del caso, me dice que no tiene tiempo para eso.

No necesitamos un nuevo código de familia, mucho menos si tiene este olor  y sabor.

Lo que las familias dominicanas necesitan es que las leyes existentes funcionen. Que el Ministerio Público y  el Poder Judicial con la capacitación y sensibilización idóneas y despejadas de prejuicios, cumplan con sus roles. Que los padres y madres sean apoyados en su función de criar ofreciéndoles como estado,  educación, salud, vivienda, servicios públicos adecuados y seguridad para poder caminar como familias libres por las calles de nuestro país. Esto necesita la Familia Dominicana.

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