SANTO DOMINGO, República Dominicana.– Entre impotencia, frustración y un temor que aumenta con el paso de los días, hay una pregunta que se formula a diario y que no obtiene una respuesta efectiva: ¿qué podrá hacer la sociedad dominicana para protegerse de una oleada delictiva que no cesa?
Casi a diario se producen hechos sangrientos, en los que predominan los asaltos a mano armada protagonizados por criminales que disparan y matan con una naturalidad, como si la vida humana no tuviera valor.
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Este lunes dos de esos antisociales troncharon una vida útil y sumieron a su familia en la desolación al herir gravemente a una agente de Amet que poco después falleció.
Cuatro hijos quedaron en la orfandad, sin el soporte afectivo y económico de una madre que salía diariamente a cumplir con sus obligaciones.
¿Existe algún medio que permita a esa familia, cuando menos, atenuar el impacto de esta tragedia?
Ninguna condolencia, por más sentida que fuera, así como promesas de asistencia, disipará la angustia de esta pérdida.
Cuando estaban en curso las pesquisas para localizar a los agresores, otros dos violentos hechos se produjeron en el área metropolitana de la capital con un balance de dos personas muertas, entre ellas un presunto asaltante.
Todo esto aumenta la idea de que la delincuencia está en franco auge, aunque las autoridades siempre sostienen que se trata tan solo de percepciones no respaldadas por un preciso recuento de hechos delictivos.
Y que no se venga nuevamente con el argumento de que el crimen ha bajado, según las estadísticas oficiales, con lo cual se ofende la inteligencia de la gente y la sensibilidad de los familiares de las víctimas.
La próxima entrada en operación del sistema 9-1-1 ha creado expectativas sobre la posibilidad de prevenir el crimen y mejorar la seguridad ciudadana, pero solo los hechos permitirán establecer si evitaremos caer en otro fallido intento, como aquellos fracasados planes de los llamados barrios seguros.