¿Quién le pondrá término o comenzará a romper al círculo vicioso que hasta ahora ha impedido un eficaz combate de la delincuencia desde las instancias policiales, del Ministerio Público y de los tribunales?
La Policía se queja de que atrapa a criminales y asaltantes que en poco tiempo la Justicia libera, alegando vicios en la llamada cadena de pruebas o en expedientes mal instrumentados por fiscales.
De forma irresponsable que en nada contribuye a resolver este espinoso problema, cada sector se lava las manos como Pilatos y culpa a los demás de ese círculo que impide defendernos de malvados y antisociales.
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Es una centrífuga de impunidad que expone a la sociedad a las acciones criminales de individuos que se han convertido en una fuente de terror e inseguridad en las calles, donde cometen todo tipo de fechorías.
En ocasiones, el Ministerio Público también culpa a la Policía de no recolectar debidamente las evidencias para sustentar los expedientes contra delincuentes, aun aquellos atrapados in fraganti, o sea con las manos en la masa.
Con demasiada frecuencia los jueces aplican sentencias leves o absolutorias, apoyándose en tecnicismos legales y en incidentes presentados por abogados de los imputados y también se da el caso de los magistrados amenazados que temen ser objeto de atentados si condenan a peligrosos criminales.
Aunque fue recientemente modificado, el Código Procesal Penal todavía es fuente de permanente cuestionamiento por quienes sostienen que es garantista en favor de los acusados y que provee brechas que los jueces usan para justificar sus dictámenes blandengues.
Otro factor preocupante dentro de este cuadro es que la corrupción y debilidades en el sistema penitenciario hace posible que reconocidos criminales usen teléfonos celulares en los presidios, de donde dirigen acciones criminales y luego ogran salir en libertad antes de cumplir sus condenas.
Se impone que esta grave problemática sea analiza a fondo, que las instancias oficiales que pueden y deben resolverla se reúnan y, sin dilaciones burocráticas, tomen medidas efectivas en el corto plazo .
De lo contrario, la sociedad dominicana seguirá a merced de la delincuencia y la criminalidad sin que ninguna autoridad pueda dar respuesta a aquella simpática pregunta del Chavo del 8: ¿y entonces, quién podrá defendernos?