SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El archivo definitivo del expediente contra el ex ministro de Obras Publicas, Víctor Díaz Rúa, acusado de corrupción, levanta serias interrogantes en torno a la persecución de la corrupción, tema tan debatido durante anos en nuestro país, que aun lucha por alcanzar niveles de institucionalidad aceptables que no levanten duda alguna del compromiso que tenemos como nación.
¿Que ocurrió tras bastidores luego de casi 14 horas de debates que conllevaron dos recesos prolongados, para finalmente dar el dictamen que ya todos conocemos?
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¿Que presiones habrán influido sobre el juez interino del Cuarto Juzgado de la Instrucción del Distrito Nacional, Leomar Cruz Quezada, que ordenó el archivo definitivo del proceso, alegando que el ministerio público debió notificar a Díaz Rúa todas las actuaciones que había hecho durante la investigación?
Me pregunto, al igual que se han preguntado otros, en que país del mundo se le informa a la persona que esta bajo investigación, sobre cada accion que esta siendo tomada en su contra? O sea, había que informarle con lujos y detalles para que el ex funcionario pudiera preparar el terreno e ir documentándose para su defensa.
Las investigaciones son secretas e intentan descubrir elementos encubiertos que pudieran revelar actos de delictivos. Tan absurdo parece el dictamen, que habría que ver si se le aplicara igualmente a otras personas acusadas de cualquier otro tipo de delito, personas que no tienen padrinos en puestos claves, que los ayuden a allanar el camino en diversos escenarios.
¿Porque archivar el expediente, dejandolo en los anales de la fiscalía, como un caso mas, en vez de permitir que se debatiera en los tribunales, que saliera a relucir toda la supuesta evidencia recopilada en contra del ex ministro?
Con este dictamen, el mensaje a la población es claro, no estamos interesados en llevar casos de corrupción a los tribunales, aunque si en el circo en torno a los procesos, para aparentar que estamos comprometidos, cuando en realidad nos escondemos detrás de una máscara bien pintada que subliminalmente grita “la impunidad sigue ganando terreno”.