No estuve allí y, por tanto, no puedo dar constancia de un hecho que bien puede ser imaginario. Pero me dicen que ayer la Virgen de Altagracia habría soltado una lágrima cuando leyó en la prensa que el Papa Francisco designó al Fiscal de la Santa Sede al frente de una Junta especial para oír las apelaciones de los sacerdotes acusados de vejámenes sexuales a menores de edad. Tendrán un trabajo endemoniado, pues sólo en los últimos diez años han llegado al Vaticano unas cinco mil denuncias. (Y me dicen que, extendiéndole el periódico a San José, Tatica le dijo: “Lee, Pepe…Y, por si las moscas, que el niño no siga yendo al catecismo”).
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