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Deuda con las mujeres en ciernes

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El embarazo a temprana edad es una evidencia irrefutable de la desigualdad social. La discriminación por género, por identidad sexual, por objeto del deseo, e incluso por color de piel, están atravesadas por la desigualdad económica.

Las que llevan a término un embarazo, las que tienen complicaciones por aborto, las que mueren por el embarazo, en el parto, en el post parto o por aborto comparten algunas características: viven en las regiones más pobres del país, pertenecen al segmento de población con menor educación y muchas ya han sido madre, es decir no es su primer embarazo.

Las niñas y adolescentes que se convierten en madres, truncando sus posibilidades de desarrollo tienen en común la innegable realidad de vivir en condiciones de pobreza, como cerca del 40 por ciento de la población en nuestro país.

La maternidad no es un juego de niñas. El drama de las niñas que comienzan su período de fecundidad a los 13 años, o antes, y tienen que enfrentar, sin aplicarle la ley al responsable, el drama de niñas cargando niños no es obra de Dios. Las niñas son niñas y están protegidas por nuestra legislación.

Corolarios del embarazo en niñas y adolescentes

• Mayor posibilidad de dejar la escuela. Es la primera causa de deserción escolar en niñas y adolescentes.

• Aumenta la gran tasa de abortos y el riesgo de morir por esta causa.

• Acrecienta la probabilidad de sufrir deterioro de las condiciones de salud, con enfermedades como anemia, VIH-SIDA, y mayor exposición a enfermedades infectocontagiosas.

• Incrementan la pobreza de la familia.

• Las ancla en la pobreza.

• No les permite otra opción que trabajos precarios, con bajos sueldos y sin ningún tipo de cobertura de seguridad social.

• Los niños nacidos de madres menores de 15 años tienen peores condiciones nutricionales y el riesgo de morir del bebé el primer mes de vida es de un 50 por ciento mayor que si la madre fuera mayor de 20 años.

• El riesgo de las mujeres menores de 16 años de morir durante el embarazo, parto y post parto es cuatro veces mayor que en mujeres mayores de 20 años.

Basta ya de que las dominicanas sean reconocidas como trabajadoras sexuales o como cuidadoras de los que tienen recursos. El embarazo de niñas y adolescentes solo favorece a aquellos que se benefician de una población servil. Ofrecer educación sexual basada en la evidencia, no en el miedo, es impostergable si se quiere reducir la pobreza. La democracia tiene una deuda con las mujeres en ciernes en República Dominicana.

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