En este mes de febrero dedicado tradicionalmente a las campañas en favor de cuidar al corazón, hay muchos corazones entristecidos por el reciente fallecimiento del doctor Héctor Mateo, el gran propulsor de esa noble tarea de educación y servicio para conservar una vida sana.
Pero el mejor tributo a la memoria y el pensamiento de este reputado médico, intelectual y filántropo es continuar sin interrupciones y hasta con mayor empuje el camino por él trazado con tanto amor, sensibilidad y dedicación.
Aquellas clásicas caminatas que él encabezaba cada año, eran una muestra ferviente der su constante empeño de crear conciencia en la población de todos los estratos sociales, acerca de la necesidad de observar hábitos alimentarios, ejercicios y un estilo de vida que no resultara dañino al corazón.
Sus columnas de orientación en la prensa eran buscadas por asiduos lectores de sus consejos y recomendaciones, un útil repertorio de notas que tienen valor permanente y que, por tanto, bien podrían ser recopiladas en un libro, que sería de mucha utilidad y seguramente tendría gran acogida.
Además de su gran contribución a la cardiología en la República Dominicana, el doctor Mateo se distinguió y fue muy querido, respetado y admirado por su trato afable y su vocación de servicio. De ahí el gran duelo que su partida ha provocado en diferentes sectores de la sociedad.
Son muchas las personas que aprendieron a cuidar mejor su sistema cardiovascular y prolongar su vida, siguiendo las pautas del doctor Mateo y por eso hay infinidad de familias agradecidas que lamenta su fallecimiento.
La Fundación Dominicana de Cardiología, objeto durante décadas de sus desvelos de facultativo a tiempo completo y comprometido por un ejercicio médico ético y humanizado, ha perdido a un padre dedicado que se empeñó en transmitirle a esa entidad una filosofía en que pacientes y enfermos no fueran vistos únicamente con un código frío e indiferente o desde una insensible óptica administrativa o comercial.
Además de la medicina, el doctor Mateo se distinguió en el servicio y fortalecimiento de la banca como presidente y miembro de la Junta de Directores de la Asociación Popular de Ahorros y Préstamos, donde era muy querido por sus sabios consejos.
Por eso, a raíz de su fallecimiento esa entidad afirmó que había sido una honra haberlo tenido como parte de la Junta de Directores, porque sirvió con “abnegación, eficiencia y templanza” por 38 años, 24 de ellos como su Presidente.
La medicina dominicana ha perdido a un médico eminente y el país en general a un ser humano excepcional, de temperamento amigable y abierto, un caballero que debe servir de ejemplo a las presentes y futuras generaciones. Paz a sus restos.
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