Anoche tuve un sueño. Soñé que colaboraba en un centro para jóvenes en edades entre 10 y 22 años. Trabajaba conprofesionales de la medicina y psicología.
Los servicios en el centro eran gratuitos, confidenciales, y las y los jóvenes podían ir solos, en pareja o en grupo.
Dentro de los diferentes temas de salud sexual y reproductiva, me correspondía ofrecer información sobre anticonceptivos. Disfrutaba ver como tocaban y descubrían con las manos, el olfato y la boca los diferentes métodos: el anillo, los parches, las diferentes píldoras, los inyectables, los dispositivos intrauterinos, el implante. En pocas palabras, un entrenamiento para sensibilizar y romper mitos.
Privilegiaba el uso del condón, por su doble protección, sirve para evitar un embarazo y una infección de transmisión sexual. Les instruía de manera divertida en cómo colocar y retirar el preservativo masculino y el femenino empleando dinámicas de grupos y juegos interactivos. Todas y todos debían colocarlos en moldes plásticos en forma de pene y otro en forma de vulva, hasta convertirse en expertos.
En el centro ofrecíamos condones de diferentes colores, sabores, lumínicos y otros de textura irregular, algunos semejan un erizo, al momento de pasar por la vagina, la acarician, un valor agregado. Las y los jóvenes juegan con ellos; los tocan, los huelen, los saborean, se los ponen como guantes, los llenan de aire, le hacen fotos con el celular, se los llevan a la boca, en fin, empiezan a familiarizarse con esa goma de látex que les salva la vida.
Dentro de la socialización con el preservativo, les pedí que se los pusieran como si fuese un guante, cerraran los ojos y respirarán despacio y profundo. Puse una música instrumental de Erick Satié y los invite a acariciar con su otra mano la mano que tenia el condón.
Un joven gritó alarmado, “¡Se siente, se siente!”, ¡Me habían dicho que no se siente, pero siento rico!”. Su sonrisa justificó mi perseverancia.
El centro ofrecía además de la píldora de anticoncepción de emergencia, información sobre la prevención y consecuencias de las infecciones de transmisión sexual entre ellas el VIH/SIDA. La cartera de servicios médicos incluía la prueba de VIH rápida.
Desperté. En esta media isla, la pobreza convierte a las niñas y adolescentes en madres, engrosan las cifras de mortalidad materna y sus hijos las de mortalidad infantil. Por falta de educación sexual y de acceso a métodos anticonceptivos, la vida de las pobres pende de las hormonas.
¡Ay Francisco! Tiranos una mano, sueño lo imposible.
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