SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Por primera vez en décadas las relaciones dominico-haitianas han llegado a un punto crítico y sumamente preocupante, tras haber estado marcadas en el tiempo por incomprensiones en la búsqueda de un acercamiento amistoso y la falta de políticas de Estado tanto en Haití como en la República Dominicana.
Como naciones que comparten un mismo territorio y que, por ente están obligadas a coexistir en armonía y colaboración mutua, Haití y República Dominicana deben fomentar nexos de entendimiento y respeto de gobierno a gobierno y entre ambos pueblos.
Esa meta, que es la base para la paz y la realización de planes compartidos en materia comercial y económica, se ha visto entorpecida por lo que la cancillería dominicana define como una campaña sistemática, a nivel internacional, para presentar a nuestro país como un estado xenófobo que no respeta el derecho de los haitianos y de los dominicanos de esa ascendencia.
La irrupción de una turba en el consulado dominicano en Puerto Príncipe, donde destrozaron y quemaron la bandera dominicana para luego instalar un símbolo haitiano, es una acción inadmisible y un atentado que merece una total condena, tal como ha reaccionado con firmeza el ministerio de relaciones exteriores de nuestro país.
El lugar donde está el consulado dominicano es un territorio inviolable, como consigna la convención de Viena firmada el 18 de abril de 1961, al fijar la igualdad soberana de los estados para el mantenimiento de la paz y de la seguridad internacional y el fomento de las relaciones de amistad entre las naciones.
Hasta ahora el país había sido tolerante y paciente ante otros actos vandálicos, como el que se registró en el consulado dominicano en Anse-a-Pitre/Pedernales, a principios de enero, y que no se corresponde con la solidaridad y el apoyo dado a Haití en momentos dolorosos y trágicos, como el acontecido durante el terremoto de 2010.
Haití tiene perfecta facultad para defender los derechos de sus ascendientes, pero esos reclamos tienen que ser manejados por vías institucionales y pacíficas y no pueden ser entorpecidos por hechos, que por su naturaleza bárbara como el caso del haitiano colgado en un parque de Santiago, merecieron en su oportunidad la indignación y la condena de la sociedad dominicana.
Por ende, la situación de creciente tensión que ha surgido, a raíz de hechos de violencia e intercambio de notas de protesta a nivel de las cancillerías de las dos naciones, tiene que ser manejada con mucho tacto y equilibrio y sin exceso ni fanatismo de ambos lados, para evitar que el conflicto degenere en una crisis insuperable.