El chavismo acusa a Estados Unidos de cuantos males enfrenta. Ha proferido ofensas, impropias de jefes de Estado, contra líderes mundiales con los cuales Venezuela tiene relaciones diplomáticas plenas, como España, Colombia, Alemania y el Reino Unido, entre otros, hasta ahora sin consecuencia. Es que la carencia de modales es propia de su primitivismo y marcado la tónica desde que el comandante Hugo Chávez salió de la cárcel y llegó al poder después de su sangriento y brutal intento de golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Fue la experiencia con Chávez y más rústicamente con el presidente actual, Nicolás Maduro, cuya inmadurez es solo comparable a su falta de tacto e inteligencia.
¿Por qué se quejan ahora que Estados Unidos ha reaccionado ante los persistentes señalamientos del señor Maduro involucrando a la Casa Blanca en una conspiración tras otra? Acusaciones que afectan también a los líderes de oposición venezolanos, sin que el señor Maduro y su claque civil y militar hayan aportado pruebas que no sean los encendidos discursos de quien suele hablar con los pajaritos y dice que fue Dios quien escogió al Papa Francisco por recomendaciones de Chávez al llegar al cielo. Lo cierto es que la única conspiración real es la que resulta de la arbitrariedad extrema y las malas decisiones económicas que han llevado a ese rico país a la quiebra, provocando un desabastecimiento crónico de productos básicos y medicinas, tras eliminar brutalmente la disidencia política.
A pesar de su hostilidad hacia el “imperio”, Estados Unidos sigue siendo un socio comercial de Venezuela, donde adquiere una buena parte de sus necesidades de importación de crudo y obviamente le bastaría a Washington acudir a otras fuentes, disponibles en la situación actual del mercado, para agregarle un problema. Borges decía: “Le perdono todo al peronismo menos su mal gusto”. La frase le cabe al chavismo.
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