Un ambiente de armonía, respeto y equilibrio es un elemento indispensable para que las relaciones entre trabajadores y el sector patronal contribuyan a la paz social y el desarrollo del país en todos los órdenes.
Cuando por alguna circunstancia esa atmósfera se debilita por conflictos y desacuerdos, se pone en riesgo el normal desenvolvimiento de las actividades productivas y, por ende, se afecta la economía.
Por todas esas razones es preocupante que sindicatos y representantes de los empleadores no hayan podido ponerse de acuerdo con respecto a la aspiración de que se produzca un incremento salarial.
En medio de la postergación de una cuestión que es sumamente delicada y sensitiva, ya que toca los bolsillos y los presupuestos de miles de trabajadores, los gremios han amenazado con realizar un paro nacional.
La experiencia en tales movimientos aconseja desestimarlos por la intranquilidad y los efectos contraproducentes, especialmente por parte de grupos que aprovechan las huelgas para realizar desórdenes.
El diálogo civilizado no puede ser desplazado por la tozudez o la intolerancia, ya que siempre existe la posibilidad de llegar a vías de entendimiento si las partes no se encierran en sus planteamientos, sin oír o estudiar razonablemente lo que otros plantean.
Ahora mismo hay un tranque porque los sindicalistas se retiraron del Comité de Salarios, ante el pedido patronal de que previo al tema salarial haya una reclasificación de empresas e industrias.
El alegato, que ha sido respaldado por la Asociación de Jóvenes Empresarios (Anje) es que se debe solucionar la distorsión que obliga a pequeñas empresas a pagar el salario mínimo más elevado.
A esta discusión no se le debe ya dar más largas porque se está jugando con fuego y de debe prevenir con sensatez abierta a la mediación, en aras de preservar algo tan esencial como es el sosiego de la familia dominicana.
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