Vamos a hacer visible lo invisible. A pesar de que el versículo 3:16 del Génesis, dice: “(Dios) a la mujer le dijo: con dolor parirás los hijos”, la información permite vivir el parto como una fiesta a la vida.
La emoción que sentimos cuando escribimos nuestro nombre. Soy y existo. Se me antoja debe ser lo que siente la Tierra cuando pare una mujer, la humanidad se reafirma.
Asegurar el respeto al rol protagónico de la mujer al momento de ofrecer la vida, a su derecho a decidir, sin obstaculizar el apego precoz del recién nacido con su madre, sin causa médica justificada, negándole la posibilidad del contacto piel con piel y de ser amamantado de forma temprana es un derecho innegable.
Cualquier acción o trato deshumanizado que altere de forma patológica los procedimientos que conlleva un embarazo, desde el período de gestación hasta el postparto, afectando de manera directa o indirecta el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres es llamado violencia obstétrica. Esta puede ser física, psicológica, y falta por incluir la económica.
Violencia psicológica: se manifiesta en un trato deshumanizado mediante la utilización de un lenguaje inapropiado y grosero, discriminación, humillación, burlas y críticas respecto al estado de la mujer y su bebé. Asimismo alcanza la omisión de información sobre la evolución del embarazo por parte de los profesionales de salud.
Desde no llamar a la mujer por su nombre y ser considerada un número, el festín de las cesáreas, hasta las esterilizaciones forzadas o sin concienciación previa sobre los métodos de larga duración existente de forma gratuita en el Ministerio de Salud, son diferentes caras de la violencia obstétrica.
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