La histórica sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, que ha marcado un antes y un después en el tema migratorio en República Dominicana, fue recibida con más aprensiones que entusiasmo por parte de algunas colaboradores del presidente Danilo Medina que creían que con la decisión se trataba de entrampar al mandatario.
El tema era muy polémico y era previsible que el país iba a ser objeto de intentos de acorralamiento en el plano internacional, pero haciendo abstracción del cumplimiento al 4% para la educación preuniversitaria y la forma como se han asignado las construcciones escolares, no creo que haya otro tema que proyecte mejor el concepto de un presidente que ha venido a impulsar transformaciones.
Que en esa misma dimensión está el tema de la eliminación del analfabetismo, y que por ahí también se enfoca la construcción de dos plantas de generación eléctrica a carbón para disponer de un parque que coloque al Estado en mejores condiciones de renegociar todos los contratos de generación energética.
Lo acepto, pero la 168-13 ha sido un instrumento eficaz para hacer cumplir enunciados del plan de gobierno que sin ella habrían quedado como letra muerta.
Ramón Tejada Holguín recuerda y tiene razón que Danilo Medina ha sido el presidente más preocupado por hacer cumplir sus compromisos y que en su propuesta gubernamental en el plano migratorio se propuso:
“A-Reglamentar y ordenar el proceso migratorio en el exterior conforme a la Ley de Migración y su Reglamento, en estrecha coordinación con el Ministerio de Interior y Policía y la Dirección General de Migración”.
Se contemplaba crear los mecanismos necesarios para aplicar la referida ley, y se asumía el compromiso de hacerlo conforme a las mejores prácticas en el respeto de la dignidad humana, pero lo propio se planteaba en otros propuestas de gobierno y no se cumplía, y un presidente de un país con recursos muy limitados tiene más prioridades que tiempo y recursos para afrontarlas.
Una sentencia oponible a todos los poderes públicos establecía plazos específicos no fuera de nuevo a repetirse la dilación entre la promulgación de la Ley de Migración y la aprobación del reglamento.
El presidente Danilo Medina procuró salidas humanitarias, tuvo que manejarse con mucho equilibrio, pero también con firmeza frente a la comunidad internacional, que en una de sus instancias más importantes, que es la Organización de las Naciones Unidas, desde mediado del siglo pasado había pautado, por recomendaciones su consejo de expertos, que la única salida viable para el pueblo haitiano era el impulso de la emigración masiva de sus pobladores.
Pero en la región del Caribe y el resto de América Latina, todos los pueblos adoran a los haitianos, pero no les dan albergue en su territorio, eso sí, todos coinciden en que lo hagan los dominicanos.
Cuba, revolucionaria y solidaria, no admite ni a más cubanos, por esos tiene un estricto control de natalidad y en todas las demás islas vecinas, lo único que los pobres haitianos tienen asegurado es la deportación.
República Dominicana ha hecho lo que nadie, les abrió oportunidad de regulación y aceptó como nacionales a todos los que estaban de manera irregular en el registro civil, empezando a poner orden en el caos.
Gobiernos venían e iban sin enfrentar ese problema, Danilo Medina con la ayuda de la 168-13, es el presidente que pasará a la historia como el que empezó a resolver la migración ilegal, merece quedarse.
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