En cualquier país de mediano nivel de desarrollo, si alguien se pasa un semáforo en rojo o circula en sentido contrario, un policía lo detiene y lo sanciona. Menos aquí. En cualquier país de mediano nivel de desarrollo, si alguien viola los límites de velocidad o conduce temerariamente en una carretera, una patrulla le cae atrás hasta detenerlo, y lo sanciona. Menos aquí. De ahí lo que vemos con rabia y tristeza: un reguero de sangre y dolor en las calles, avenidas y carreteras de un país donde no se respetan las leyes ni hay autoridades que las hagan respetar. Cabe entonces de nuevo la amarga pregunta: ¿Es esto un país?
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