¿Tienen idea los aspirantes republicanos que han apelado al discurso extremo para buscar posicionamiento de las clases de monstro que están despertando?
Si el problema se quedara en perder o ganar una candidatura no fuera preocupante, cada campaña tiene su colorido, que es el que le dan los actores del proceso, y estuviéramos ante una situación muy particular de los Estados Unidos, pero en un mundo globalizado, esa gente está atizando un fuego que puede cobrar vidas inocentes en cualquier lugar o circunstancia, y todos tenemos las mismas probabilidades estadísticas de ser afectados.
En el caso de Donald Trump lo censurable no es que haya tomado una bandera que conecta con los sentimientos de la clase media y la clase obrera de todas partes del mundo: la del ataque a los inmigrantes, sino la desfachatez con la que lo ha hecho.
Políticos como Silvio Berlusconi, que tiene a los inmigrantes como parte de un ejército satánico, o Nicolás Sarkozy, que a pesar ser hijo de inmigrantes gana ofertando limitar ese mal, han tenido éxito con el tema en sociedades que pueden parecerse a la estadounidense, pero que no son Estados Unidos.
Se parecen a la norteamericana porque en ellas la clase media siente que se le ahoga con impuestos para cubrir necesidades de los inmigrantes y la clase obrera piensa que fueron ellos los que les han desaparecer el salario social y disminuir el monetario, y todo el que ataque ese blanco está expresando lo que creen muchos y eso los hace crecer.
Pero Trump no ha estado atacando la inmigración ilegal, ha enfilado los cañones contra México, con lo que el problema tiene otras connotaciones porque no hay que olvidar que parte de la extensión territorial estadounidense le fue arrebataba a los mejicanos, y que si bien representan más de la mitad de los ilegales que llegan a ese país, son una parte de un problema más complejo.
Trump no solo ha atacado a los mejicanos que han cruzado la frontera para asentarse en Estados Unidos, sino que ha hecho lo propio con los más de 119 millones que no se han movido de su país o que viven en otros países, con lo que la siembra de odio resulta más abarcadora.
A los otros les ha tomado por ridiculizar al presidente Barack Obama y su política exterior, diciéndoles a Obama lo que dicen los terroristas fundamentalistas de Estados Unidos, que es el principal promotor del terrorismo, como lo ha sustentado el senador Ted Cruz, o el alentador de un nuevo holocausto judío como lo ha insinuado Mike Huckabee, sin tomar en cuenta que sus expresiones pueden ser asumidas literalmente por los que alimentan el terrorismo suicida.
Posibilidades de ganar no la tienen porque serían útiles para generar mayores conflictos, pero al atacar a un adversario falso evidencian que no son portadores de una propuesta constructiva, y aunque los electores muchas veces se equivocan, por lo general el voto es un ejercicio de racionalidad.
Con Obama se pudo construir una marca porque el esperanzaba, era lo nuevo en un momento de crisis y simbolizaba el fin de una época de ignominia en una sociedad que esclavizó y superada la esclavitud discriminó a los negros, por lo que el primer presidente negro era un acontecimiento auspicioso.
El problema es que aunque perderán, lo que han sembrado no quedará en terreno árido y los frutos nefastos se pudieran seguir cosechando.
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