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Un desagravio cínico

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Llegar por unos días a Buenos Aires, Argentina, y en uno de ellos comprar un boleto de barco para atravesar el Río  de la Plata y llegar al Uruguay a deleitarte con el perfume peculiar, el color  armonioso, del cuerpo y  agarre de los tintos de las uvas Tannat, era un placer que cualquier viajero dominicano se podía consentir sin desbordes de gastos, hasta que la tierra de Mario Benedetti parió un  canciller sin oficio que le tomó por colocar entre los méritos de su gestión impedir que los nacidos en la patria de Duarte pudieran ingresar sin visado a su país. Ese caballero, que algún rencor nos guarda sabrá Dios la razón, se llama Luis Leonardo Almagro Limes, el títere que ha sido colocado por Estados Unidos en la secretaría general de la OEA, en premio a las facilidades para albergar en Uruguay prisioneros de Guantánamo.

Recién visitó la República Dominicana y creyéndonos estúpidos, cree que nos encantó  con su petición de excusas por la tropelía de 1965.

“Como secretario general de la OEA, deploro los actos de la organización que validaron en 1965 la invasión a la República Dominicana y la intervención en este país, torciendo el camino soberano…nuestro respeto y nuestra congoja por las víctimas que sufriera el país de la intervención validada internacionalmente por la OEA y la intervención que esta aprobara”, eso dijo para conmovernos.

Por dos Uruguayos no podemos evaluar a un país, pero hemos tenido mala suerte, porque el que autorizó la invasión era precisamente un compatriota de Almagro, que fue el primero de Uruguay en ocupar la secretaría general de la OEA, de 1956 a 1968,  José Antonio Mora Atero.

Bonito rol, pide excusas por culpas ajenas, pero ni una palabra de los agravios que él mismo infligió contra la República Dominicana, que ahora se acuerda que es un país soberano pero que en sus palabras ha tratado como una colonia regenteada por la OEA, haciéndose eco de imputaciones falsas e irrespetando una comisión que designó para rendir un informe sobre el conflicto migratorio con Haití, y sin aguardarlo continuó emitiendo enjuiciamientos absurdos.

¿Qué le ha picado que de repente quiere mejorar sus relaciones con el país que ha agredido?, que sabe que sin República Dominicana su gestión en la OEA será tan mediocre como su cancillería, porque es el país del área con más sentido de equilibrio, y con las puertas cerradas por su conflicto con Venezuela, Ecuador y los países que son leales a esa línea, un rompimiento con dominicana es la sepultura.

Cuba le agradece a Mujica las gestiones con Estados Unidos para su acercamiento pero ni vuelve a la OEA, ni va a dar ningún paso perjudicial para Venezuela.

La OEA tiene una próxima asamblea general, pero ni por asomo se le ocurre hacerla en Haití en señal de apoyo y solidaridad, escogió el mejor lugar para la supuesta búsqueda de su transformación, República Dominicana, por lo que le ha sido necesario aligerar las tensiones.

Por suerte que Uruguay tiene mejores exponentes que los dos uruguayos que han encabezado la OEA, y uno de ellos, el expresidente Julio María Sanguinetti ha escrito en un gran artículo que “lo que no puede admitirse es que Haití, escudado en su pobreza, se arrogue el derecho de lanzar a miles de sus ciudadanos por encima de sus fronteras y luego exigirle a su vecino que se haga cargo”.

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