Los padres se quejan por el alto costo de la enseñanza privada y las prácticas usuales en las escuelas de pago, que incrementan los gastos familiares. La cuestión cobra fuerza en el debate nacional por un hecho simple: el incumplimiento por décadas de la responsabilidad irrenunciable del Estado de propiciar un sistema educativo de calidad, de cobertura universal. Esa realidad fomentó el crecimiento de la educación privada con niveles más altos y mayor grado de seguridad y confort. En la mayoría de esos planteles se imparte enseñanza con métodos más modernos y atractivos, diferencia que la actual administración trata de cambiar con la tanda extendida y la construcción de planteles modernos.
Si la educación privada se hizo más cara es consecuencia de ese legado de deterioro de la enseñanza pública, del mal estado de los planteles escolares y de la inseguridad reinante en muchos de esos centros, donde tenían lugar frecuentemente riñas e intervenciones de extraños para la venta de alcohol y droga. La educación es una de nuestras grandes prioridades, diría que la mayor, pero las estadísticas, que han comenzado a cambiar, son todavía desalentadoras, con registros de horas de clases diarias promedio en el sector público, muy inferior a las del área educativa privada.
Los resultados de esa enorme diferencia entre un sector y otro contribuyen a profundizar en el mediano y largo plazo los desequilibrios y las grandes iniquidades sociales característicos de la sociedad nuestra de hoy. En el futuro, si eso no cambia, las mejores oportunidades serán para aquellos que tuvieron mejor educación. Eso hará la sociedad cada vez más injusta y elitista. La educación requiere ser tratada como primera prioridad y la tanda extendida es parte de una transformación que debemos apoyar para hacer a este país más grande y competitivo. Y si la oposición gana las elecciones tendrá que incrementar ese esfuerzo.
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