Cuando el viernes lo leí en HOY, quedé con dudas: Procurador dice llegó momento de transformar justicia. Ofrece su apoyo incondicional al presidente del PJ, en esa tarea». El Caribe me desconcertó: «Procurador dice que presidente de SCJ ha asumido compromiso real». Presuroso abrí el Diario Libre pare leer: «El Procurador respalda al presidente PJ». El Día fue más contundente y disipó toda duda: «Procurador ofrece su apoyo total a Germán. Domínguez habló durante la celebración del Día del Poder Judicial».
No podía creer que ese apoyo tan caluroso proviniera del mismo Procurador Francisco Domínguez Brito que en noviembre no recurrió ante la Suprema Corte de Justicia para dejar morir el mayor expediente de corrupción pública de nuestra historia, que involucró más de 26 mil millones de pesos, (elaborado por su jurisdicción y sostenido por él mismo durante un año) bajo el argumento de que «con respecto a este caso, no me merece confianza (la Corte), y que «no vale la pena porque siempre hay una excusa y un pretexto para no sancionar a los grandes capos de la corrupción». Hay que recordar que él descalificó a todo el pleno de la Suprema Corte de Justicia (SCJ).
El mismo Domínguez Brito que el 16 de noviembre denunció por escrito al Consejo del Poder Judicial (CPJ), que preside el titular de la SCJ Mariano Germán, que «coexiste una estructura a lo interno del Poder Judicial, conformada por jueces, empleados, ex jueces, abogados y particulares, que se dedica a manipular procesos judiciales y negociar libertades de personas ligadas al crimen organizado, principalmente, en las áreas de narcotráfico, lavado de activos y corrupción». Precisó que estaba dirigida por un juez titular del CPJ, Francisco Valera Arias, quien acababa de renunciar.
Para entender la «reconciliación» de Domínguez Brito con la SCJ y el CPJ, me apresuré a leer el discurso de Mariano Germán, convencido de que éste habría abordado lo que instituciones tan ponderadas como la Finjus habían calificado como «colapso del sistema judicial», pero volví a resultar desconcertado. Para nada, el magistrado no aprovechó el escenario y la plena atención nacional para defender la SCJ que como institución ha guardado silencio ante la descalificación que le hiciera el jefe del Ministerio Público para «sancionar a los grandes capos de la corrupción».
Mariano Germán tampoco explicó al país donde quedó su responsabilidad frente al juez Valera Arias, conformándose con pedirle y aceptarle la renuncia, y frente a la jueza Awilda Reyes, de quien había dicho que devolvió 300 mil pesos de una sentencia vendida en un caso de sicariato-asesinato. Obviamente el magistrado ocultó el escándalo de la banda de jueces y exjueces, contra los cuales sólo se ha actuado tras la denuncia del Procurador. Tampoco se refirió a la denuncia del juez Rafael Ciprián de que los órganos superiores de la justicia violan el artículo 151 de la Constitución y el 18 de la Ley de Carrera Judicial, trasladando y sancionando jueces que mantienen su independencia y no acatan disposiciones de arriba. En su caso, porque no declaró ganadora la plancha oficialista que perdió la elección de lo directiva del Colegio de Abogados.
Germán sostuvo lo que nadie duda, que la gran mayoría de los jueces son honestos y cumplen sus deberes, pero no abordó lo fundamental, la politización de la justicia, de la que él mismo es un testimonio, tanto como el mismo Procurador General. Porque esa es la razón por la cual éste no apeló el no ha lugar que favoreció al senador y dirigente de su partido Félix Bautista, Aunque tuviera que descalificar a toda la SCJ, lo que sus integrantes parecen comprender o por lo menos tolerar.
Tras el superfluo discurso de Germán, sin la menor autocrítica ni aceptación de la crisis que toda la sociedad denuncia y deplora, es relevante que Domínguez Brito le esté ofreciendo todo su apoyo. Sólo por haber pedido una mesa de diálogo para abordar, especificó: modificaciones al sistema procesal, mayor regulación de la libertad provisional y presencia de los subjúdices en los procesos y en el cumplimiento de las penas.
Se trata, sin duda, de un burlesco borrón y cuenta nueva, todo en aras de la reconciliación de la familia peledeista, en ofrenda ante el altar de la reelección.-
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