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Siete variaciones en torno a Wally y Bob

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Circula por las redes sociales un documento recabando firmas para solicitar a la Casa Blanca que retire de Santo Domingo a su embajador James Brewster, conocido como “Wally”, por dedicarse a la promoción de una “agenda LGBT” o tratar de “imponer” a la sociedad dominicana su visión sobre la homosexualidad.

De las muchas imperfecciones de la sociedad dominicana, el discrimen social y legal contra los gais –que sí existe— no es de las más flagrantes ni intensas. Más ofende a cualquier sensibilidad sensata la pobreza, el ensanchamiento de la brecha entre pobres y ricos, la corrupción impune no sólo gubernamental y nuestra patética incapacidad para actuar mancomunadamente en procura de bienes sociales.

Me he ocupado en distintos momentos del permanente abejorreo que causa Wally, colgando la bandera gay de la embajada, poniendo a la USAID a regalar un millón de dólares a causas afines a los homosexuales, inmiscuyéndose indelicadamente en asuntos internos o políticos dominicanos. En suma, metiendo penosamente la pata… Este artículo retrata varios de esos distintos momentos.

Primero

Pese a la vecindad, a cuántos dominicanos residen allá, las imbricaciones recíprocas del narcotráfico, el turismo, comercio e inversiones, a Estados Unidos le importa poco qué pase aquí, mientras sea tranquilamente. Tuvimos cierta importancia entre los sesenta y fines de los ochenta, cuando por la guerra fría y la dialéctica interna gringa, el Departamento de Estado enviaba a Santo Domingo algunos notables diplomáticos de carrera: Crimmins, Meloy, Hurwitch, Yost y Anderson…

Pero desde mediados de los ’80 hasta que la URSS desapareció en 1991, la importancia política de América Latina fue disminuyendo para Washington. Tuvimos períodos en que un encargado de negocios bastaba. Una designada, Maricarmen Aponte, ni siquiera asumió su embajada.

Desde entonces, vienen “political appointees”, embajadores “a la carrera” a quienes la Casa Blanca premia sus favores políticos. Manatt, Hertell, Fannin, Yzaguirre y ahora Wally. Abogados, activistas, recaudadores, cualquier cosa menos diplomáticos de verdad. Brewster fue premiado, no enviado al absurdo de imponer “su” agenda. Pero merecer respeto comienza respetando y entendiendo cómo funciona el mundo, desde “en el principio”…

Segundo

Ciertos grupos religiosos, una rara coalición de católicos y protestantes, propuso hace semanas colocar en sus templos –en la casa de Dios— listas con nombres de candidatos a puestos electivos que según ellos no merecen ser votados por cristianos porque estarían promoviendo “una agenda LGBT” o “intereses anti-nacionales”.

¡Qué estupidez! ¿Se imaginan esa lista en las iglesias donde oficiaban el nuncio pederasta, el otro de San José de las Matas, el de la José Contreras u otro gallito con sotana aún tapado?

Parecería que nuestros cristianos de ultra-derecha carecen de sintonía con el Papa Francisco o con sus respectivas jerarquías protestantes, pues los curas y pastores no están llamados a evocar la inquisición ni a fomentar el odio y las estupideces. Desde milenios antes de Jesús hay homosexuales. Los creó el propio Dios, para horror de estos neandertales.

Las iglesias dominicanas necesitan ocuparse más de evangelizar, ofrecer motivos para fortalecer la fe o combatir reales problemas sociales. Su ridícula e insustancial homofobia casi justifica el desfachatado injerencismo de Wally. ¡Cuánto lo ayudan!

Días después del desaguisado religioso, se denunció que la USAID dispondría de un millón de dólares para ayudar a la elección de candidatos gais en las elecciones de mayo, pero la embajada norteamericana negó que financie a políticos aunque confirmó su ayuda a entidades de homosexuales, como una recién formada cámara de comercio LGBT.

Tercero

Un senador de Illinois pidió al Papa Francisco defender a Wally de don Nicolás, quien en una “fúrica” diatriba machista calificó al embajador estadounidense como la “esposa” que debe estar en casa cuidando al marido, en este caso la pareja de Brewster, el señor Bob Satawake. (“Fúrico” es un adjetivo usual entre cibaeños, un dominicanismo que parece inventado a propósito del Cardenal López Rodriguez).

Pero la “boutade” de Su Eminencia Reverendísima me recuerda que el asco puede ser miedo. Y a un macho muy cardenal el miedo lo desluce. Si dice que algo lo asquea seguramente se refiere a alguna “alteración del estómago causada por repugnancia a algo que incita a vómito” o la “impresión desagradable por algo que repugna”.

Y a decir verdad, que cualquier adulto incurra en pederastia, o sea el abuso sexual contra menores de edad, asquea malamente, como el caso del nuncio Wesolowski. Aquella vez nuestro atolondrado párroco catedralicio tronó mezclando homosexualidad con pederastia y la metió (…¡la pata!…).

El amor o sexo entre hombres o mujeres en vez de uno con otra, como requiere la corrección tubular según algunos religiosos, es un consenso íntimo entre adultos que no requieren y quizás ni les importe qué piense cualquier cura, aun sea un príncipe católico. Pero la pederastia aparte de inmoral es ilegal, un delito, que no lo puede ser la homosexualidad. ¡Tremenda confusión! ¿Qué dirá el Papa Francisco, el mismo que se preguntó quién es él para juzgar la moral de un homosexual?

Cuarto

La visita de Wally y Bob a una escuela de Santiago donde el embajador presentó su esposo a los niños, ha causado un justificado revuelo incluyendo previsibles manifestaciones homofóbicas.

La homosexualidad no es un tema relevante en la lista de preocupaciones de los dominicanos. La discriminación social o legal en nuestro país no es mayor ni peor que en muchos países más desarrollados. Wally ni siquiera es una primacía pues recientemente hemos tenido embajadores de potencias o países amigos, como Francia y Argentina, cuya orientación sexual nunca fue secreta. ¿Se atrevería Wally a ir a una escuelita de Alabama o Misisipi como lo hizo en Santiago?

La vaina de Wally no es su gozona homosexualidad y su afán de activista, bien por él, sino su flagrante incapacidad diplomática, pues no es más que un recaudador premiado, improvisado por Obama enviándolo de embajador al país donde vacacionaba. En Haití hay cien veces más discrimen, injusticia social, violaciones a derechos humanos y civiles e intolerancia. Sería un bello destino para Wally y Bob.

Quinto

El continuo activismo gay de Wally sigue causando ronchas. Este embajador rinde pésimo servicio a su país y también daña al nuestro por su desubique monumental con respecto a sus roles distintos de diplomático y promotor de los derechos de los homosexuales. Pero para criticar su mala gestión como representante de Obama no hace falta irrespetar a los homosexuales, que según la OMS integran más del 10% de la humanidad, parte de la Creación divina.

Promover los derechos de la comunidad gay es a mi juicio necesario pues aquí, aunque somos bastante tolerantes, hay discrimen social y legal. Pero los homofóbicos, con el Cardenal López Rodríguez a su cabeza, demuestran enorme desconocimiento del tema al alarmarse por esa promoción, pues difícilmente pueda hacerse proselitismo por un atributo que nadie elije, como ningún heterosexual tampoco “escogió” serlo. Al parecer la naturaleza o Dios no crean “preferencias” sino “orientaciones” sexuales, unas más intensas que otras y toda la gama de posibilidades intermedias. Si se defienden los derechos humanos, ¿acaso un gay, aun el más estrafalario, no es humano?

El peor efecto del “alitraneado” afán de Wally ha sido la “farandulización” de un tema serio que merece debatirse, por más que irrite a ciertos mojigatos. Responderle a Wally insultándolo a él y los homosexuales es tremenda estupidez.

Sexto

Según una encuesta no científica de un diario dominicano a mediados del 2015, un 75% de sus lectores se opone al matrimonio entre homosexuales. Pero quizás la pregunta estuvo mal planteada pues un matrimonio entre personas del mismo sexo es imposible legal y conceptualmente.

Etimológicamente el matrimonio supone una unión entre mujer (máter) y hombre para concebir hijos; jurídicamente es un vínculo para formar familia que puede incluir descendencia. Homosexualmente no hay procreación biológica. Sin embargo, estoy de acuerdo con que parejas del mismo sexo puedan unirse o vincularse legalmente, dado que desde que hay mundo lo hacen de hecho y sentimentalmente.

La sociedad debe proveer a los homosexuales adecuada protección legal cuando deciden formar pareja estable o sea un hogar, sólo que por definición no sería matrimonio. Me parece hipócrita ignorar una realidad humana cuya existencia requiere de reconocimiento legal, como recientemente ha ocurrido con las uniones heterosexuales de hecho o el concubinato. Tapar el Sol con un dedo no evita que haya arcoíris, símbolo de los homosexuales…

Y séptimo…

Tras crear al mundo en seis días al siguiente Dios descansó. Pero Wally es incansable y quizás por eso tampoco se cansan de pellizcarlo los curas, pastores, beatos y beatas, unos bien intencionados y otros mojigatos, y políticos neo-nacionalistas en cuya boca la bondad se pudre (y quizás por eso sacan menos votos que Tres Patines).

Pero manifestar desagrado con la gestión de Wally no debería quedar sólo a cargo de los homofóbicos. Peor aún, muchos ataques de quienes se escandalizan por la homosexualidad, ignorantes de su inmanente humanidad, justifican el activismo gay del embajador y su esposo Bob. Ambos poseen legítimo derecho a promover sus creencias aunque no a escudarse bajo su privilegiada condición diplomática para imponer un tema en la agenda nacional a expensas de otros más acuciantes y realmente urgentes, cuya solución también merece apoyo de la mayor potencia del mundo, Estados Unidos.

Sus valiosos servicios como activistas a favor de los derechos humanos y particularmente de la comunidad LGBT quizás son más necesarios en otros países menos tolerantes que República Dominicana, que al fin y al cabo ha sido por muchos años la segunda residencia de Wally y Bob desde antes de engancharse al servicio diplomático.

¿Por qué, si su pasión humanista es tan intensa, no van a ejercerla a Puerto Príncipe, donde el discrimen y los abusos son exponencialmente peores que aquí? ¿O países donde la homosexualidad es penada y perseguida (hasta con pena de muerte en algunos casos), como Afganistán, Chipre, India, Irán, Jamaica, Nigeria, Rusia, Singapur, Turquía o Uganda? Con tanto tiempo ligados a los dominicanos, Wally y Bob seguramente han aprendido que “puerco no se rasca en javilla” porque “ahí sí la puerca retuerce el rabo”… Tanto atrevido “gadejo” diplomático merece mejor destino.

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