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Solo en Cristo hay verdadera esperanza

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La esperanza, humanamente hablando, se define como uno de los sentimientos más positivos y constructivos que puede experimentar un ser humano. La esperanza es aquel sentir que hace que un individuo construya hacia un futuro cercano o lejano una situación de mejoría o de bienestar. Es decir, la persona dispone de total confianza al respecto que ocurrirá o sucederá aquello que espera.

En esta etapa que está viviendo nuestro país, inmerso en una campaña política, para elegir al Presidente, vicepresidente, legisladores, alcaldes y regidores, los candidatos, como es normal, viven prometiendo villas y castillos al pueblo, que espera que esas promesas se cumplan para mejorar su situación económica y disfrutar de otras conquistas que siempre han anhelado.

Sin embargo, constituye una frustración y desaliento para los electores cuando las promesas de los candidatos no se cumplen a cabalidad y se quejan de que fueron utilizados, como tontos útiles,  para éstos  lograr su propósito personal y no para favorecer al país.  

La esperanza también puede ser encarada desde un punto de vista irreal o de fantasía. Esto sucede cuando estamos en presencia de personas, como algunos políticos,  que desarrollan un alto nivel de falsas esperanzas para manejarse en su vida cotidiana. Estas falsas esperanzas suelen caracterizarse por la falta de realidad o por no poder ser aplicables en la vida de todos los días, lo cual puede fácilmente llevar a la persona a sufrir todo tipo de desengaños, sorpresas y decepciones. También hay individuo que desencadenan en otros, por sus acciones y comportamientos, falsas esperanzas que por supuesto al descubrirse sumirán a la persona que depositó su confianza en él en un estado de decepción.

Desde un punto de vista religioso, la esperanza no es simplemente un estado de ánimo, sino además es una de las tres virtudes teologales que postula la Palabra de Dios,  junto a la fe y a la caridad o al amor, han sido entregadas por Dios al ser humano para que este sea su reflejo en la Tierra. Aquí, la esperanza deja de ser una sensación física de alegría o de satisfacción para transformarse en una gracia que todos debemos reconocer en nuestro fuero íntimo y poner al servicio de la construcción de un mejor mañana.

En cuanto a las falsas esperanzas, eso viene ocurriendo, no solo en el orden político, sino también  en el  social, familia y profesional, cuando estamos esperando algo importante para nuestra vida. Por ejemplo muchos dicen tener la esperanza en que…voy a realizar un viaje a Europa; voy a estudiar mucho para graduarme pronto; voy a ser un médico exitoso; voy ayudar a mis padres cuando envejezcan y no puedan valerse por sí mismo; voy a casarme con una buena mujer; voy a darle una buena educación a mis hijos, voy a cambiar mi carro por uno del año; voy a mudarme en un apartamento más grande y más cómodo que el que tengo; voy hacer inversiones en una compañía para enriquecerme; voy a viajar a Francia para que me traten y curen de esta enfermedad que padezco. Pero que frustrante es cuando esas esperanzas  y deseos no se logran, porque no esperaron la ayuda y voluntad de Dios, sino que  confiaron en su capacidad humana.

El salmista David decía: “Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán muchos y temerán, y confiarán en Jehová. Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza, y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira”.  Salmos 40:1-4.

El salmista cifra su esperanza en Dios y lo hacía pacientemente, confiado  de que sus problemas fueran resueltos, como en realidad ocurrió, siendo oído y sacado del lodo cenagoso y del pozo de la desesperación.

Nuestra esperanza debe estar  depositada  en la persona de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien siempre cumplirá sus promesas, que son sí y amén,  a favor de los creyentes y de todos los que pongan su fe y confianza en Él.

 A las personas que ponen su esperanza en la riqueza, la Biblia dice: «A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.» 1 Timoteo 6:17.

En su vida espiritual el cristiano vive «…aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo…» Tito 2:13.  «Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.» 1 Juan 3:3.

La esperanza en Cristo es viva,  es decir, que se cumple al pie de la letra: «Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos…» 1 Pedro 1:3. Nuestra esperanza en Dios significa confianza y seguridad: «Tendrás confianza, porque hay esperanza;   Mirarás alrededor, y dormirás seguro.» Job 11:18.

En cuanto a los  que prometen y no cumplen, Dios dice: «Del consejo del pobre se han burlado, Pero Jehová es su esperanza.» Salmos 14:6. Pero que maravilloso es cuando podemos decir: -«Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti.» Salmos 39:7.

Y al mismo tiempo recordar a nuestro Señor en oración y, de todo corazón,  decirle: «Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza.» Salmos 62:5. «Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza, Seguridad mía desde mi juventud.» Salmos 71:5. «Clamé a ti, oh Jehová; dije: 

Tú eres mi esperanza, y mi porción en la tierra de los vivientes.» Salmos 142:5.

Además Dios es nuestra esperanza en tiempos difíciles y cando estamos en dificultades: «Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza; retoñará aún, y sus renuevos no faltarán.» Job 14:7. «Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada.» Salmos 91:9-10. «Porque no para siempre será olvidado el menesteroso,  Ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente.» Salmos 9:18.

¿Cuál debe ser la esperanza del mundo en que vivimos? Es Cristo,  y al respecto,  el apóstol Pablo dice: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.» Romanos 5:1-2. «Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.» Romanos 5:5.

Por lo tanto, «porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.» Pablo dice además, en Romanos 8:24-25, «Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.» Romanos 15:13.

La Biblia dice: «Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra.» Jeremías 31:17. -«Por su maldad será lanzado el impío; Mas el justo en su muerte tiene esperanza.» Proverbios 14:32. -«…teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos.» Hechos 24:15. «…a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio…» Colosenses 1:5.

Además el cristiano tiene la esperanza de disfrutar de la mejor vida, que es  «…la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos…» Tito 1:2. , …para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.» Tito 3:7. -«…Cristo en vosotros, la esperanza de gloria…» Colosenses 1:27.

«Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra.» 2 Tesalonicenses 2:16-17.

Muchas bendiciones.

 

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